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El debate que dejó el caso del carnicero de Zárate: la inseguridad, la "justicia por mano propia" y los juicios por jurados

Catalina de Elía
por Catalina de Elía |
El debate que dejó el caso del carnicero de Zárate: la inseguridad, la justicia por mano propia y los juicios por jurados

“Nosotros encontramos al imputado no culpable, por haber actuado en legítima defensa”. Con estas palabras la semana pasada un jurado popular absolvió al carnicero Daniel “Billy” Oyarzún por haber perseguido, atropellado y matado a Brian González, uno de los delincuentes que robó en su negocio, en 2016.

La decisión de estos doce ciudadanos en los tribunales de Campana encendió un acalorado e interesante debate sobre los juicios por jurados. De un lado estuvieron los festejos. Quizás el más extremo fue el de la ministra de Seguridad Patricia Bullrich: “El carnicero Oyarzún está en libertad tras un histórico juicio popular. Su absolución es un verdadero acto de justicia: los 12 miembros del jurado decidieron dejarlo libre por unanimidad, tras considerar que era un trabajador que solo se había defendido de la delincuencia".

Del otro lado, las principales críticas se centraron en lo peligroso que es que un jurado popular determine que “matar al ladrón” no tiene consecuencias penales. “Un fallo reaccionario que alienta la justicia por mano propia”, tituló La Izquierda Diario.

Por su parte, el ministro de Justicia Germán Garavano fue más sensato y dijo “Estamos a favor del juicio por jurados. Siempre habrá fallos que agraden y otros que agraden menos. Es un proceso que va a llevar tiempo. Es una construcción colectiva de la sociedad. Pero la actitud del carnicero es cuestionable y como sociedad la tenemos que rechazar".

Son entendibles los miedos de la decisión del jurado declaró inocente al carnicero pero es muy difícil medir los efectos reales sobre el fallo. A pesar de que los juicios por jurados son una experiencia novedosa (funciona en la provincia de Buenos Aires recién desde 2015), quizás sea más prudente mirar “caso por caso”.

De hecho, si miramos otras experiencias en la que un jurado popular decidió sobre casos de justicia por mano propia veremos que los resultados no fueron siempre los mismos. Por ejemplo, el 13 de diciembre de 2016 un jurado popular encontró culpable al “Justiciero de Berazategui”, un policía que le disparó y mató por la espalda a un motochorro que le robaba a su vecino. El jurado lo condenó por homicidio culposo, al considerar que si bien el policía disparó en defensa de la víctima del robo, lo había hecho excediendo los límites de la ley para la legítima defensa de un tercero.

Pero más allá del debate sobre si “juicio jurados sí o no”, el otro gran problema que puso este caso sobre la mesa es el de la inseguridad. Si leemos literal lo que sucedió vemos a doce ciudadanos que entendieron que la forma de combatir los robos es  matando al ladrón. “Lo único que podemos hacer es salir y defendernos nosotros”. Por lo cual la ministra de Seguridad Bullrich, más que festejar, debería estar preocupada trabajando en políticas de seguridad más efectivas. Pero no solo los políticos quedaron expuestos; también lo está el sistema judicial: el carnicero Oyarzún mató al ladrón porque sintió que la Justicia no es una instancia de resolución de conflictos.

A mi criterio, en un país en el que más del 80% de los ciudadanos descree de la Justicia los juicios por jurados son un experimento magnífico en términos de vida pública. En primer lugar, porque un caso de esta magnitud espera el veredicto ciudadano. Los jurados nos muestran cuál el significado moral de la relación entre la seguridad y la muerte.  En segundo lugar, porque nos pueden suministrar un ejemplo que reconcilie la ley con la justicia: el veredicto del jurado va estar impregnado de lo que los ciudadanos creen que es la ley, más allá de la opinión de los juristas.  En tercer lugar, el caso nos puede demostrar de manera empírica que la justicia es una construcción ciudadana y que, cuanto más trabajen los ciudadanos de ciudadanos, más nos vamos a acercar al ideal de la Constitución.

La institución del jurado revela, además, el modo en que la moral de esos ciudadanos calibra el valor vida. Guste más o guste menos. Quizá es un poco distante del valor que le asignan sectores medios o  medios altos. Como sea, es la conclusión a la que llegó ese juicio y parte de la apuesta democrática es aceptar las decisiones de la justicia que hayan recorrido los procedimientos establecidos. La pluralidad es un rasgo distintivo de la justicia independiente. Todas las dudas morales que generan las sentencias son, obviamente, una cuestión a disputar a discutir en el espacio público, más no deberían convertirse en críticas al jurado.