Perfiles

"Iceman": el asesino serial que se convirtió en el sicario mejor pago de la mafia

Richard Kuklinski llegó a matar por placer y también por trabajo. Fue un despiadado homicida que se ganó el apodo de "Hombre de hielo" por la particular forma de liquidar a sus víctimas en New York.
Ayelén Bonino
por Ayelén Bonino |
Richard Kuklinski

Richard Kuklinski, también conocido como "Iceman". 

Si no hubiese sido real, cualquiera diría que la vida de Richard Kuklinski fue guionada por un maestro del policial negro. Sin la capacidad de sentir miedo o culpa, se convirtió de adolescente en un feroz asesino serial que llegó a matar, según sus dichos, a más de 100 hombres.

De grande, fue captado por las familias de la mafia neoyorquina para realizar las tareas más aberrantes. Liquidaba a sus adversarios de formas diversas: con picahielos, una ballesta, bombas, armas de fuego, granadas y hasta con una solución de cianuro en aerosol.

Muchos lo llamaban "el Diablo", aunque fue más conocido como “Iceman” (el hombre de hielo) porque solía congelar los cuerpos de sus víctimas por largos periodos para desorientar a la policía sobre la fecha de su muerte.

Durante años, se mostró como un padre de familia ejemplar y en la última etapa de su vida mató a sus colaboradores más cercanos, reveló detalles desconocidos del crimen organizado y murió triste y en soledad.

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Richard Kuklinski.

Richard Kuklinski.

El hombre de hielo: primeros años de vida

Richard Kuklinski, o “Iceman”, nació en Nueva Jersey, Estados Unidos, el 11 de abril de 1935. Su familia vivía en un barrio marginal y su padre, “Stanley” Kuklinski, era un inmigrante polaco violento y alcohólico que golpeaba con brutalidad a su mujer y a sus hijos.

De chico, la vida de Richard estuvo plagada de abusos. Cuando tenía solo cinco años, su padre le asestó a su hermano mayor, Florian, un golpe tan fuerte que lo mató en el acto. Stanley y su esposa, Anna, encubrieron el crimen y montaron la escena de un supuesto accidente doméstico.

Su madre también solía pegarle a Richard con un palo de escoba. El pequeño se convirtió por esos años en un niño problemático, con dificultades para vincularse y víctima de las burlas de los pandilleros del barrio. Por entonces, su ira se volcó hacia los animales y comenzó a torturar y a estrangular a gatos y perros. A muchos, llegó a quemarlos vivos.

A los trece años, tras llevarse una paliza el mismo día de una banda callejera y también de su padre, decidió accionar. Una madrugada, esperó agazapado a Charlie Lane, el jefe de una de las pandillas locales y, tras provocarlo, le dio en la sien con una barra.

Encolerizado, golpeó el cuerpo hasta dejarlo tendido sobre un charco de sangre. Para que no pudieran reconocerlo, le arrancó los dientes y le cortó los dedos. Según detalla el diario La Vanguardia, por último, ocultó el cadáver en el maletero de su auto y se deshizo de él en una zona de marismas.

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Richard Kuklinski de niño.

Richard Kuklinski de niño.

Con el paso de los años, Kuklinski desarrolló un temperamento explosivo. Durante su juventud, por ejemplo, estranguló a un hombre con una soga para colgar la ropa solo porque “no le agradaba”.

En otra oportunidad, mató a tres jóvenes que lo sobrepasaron varias veces en la ruta a modo de broma. El hombre se adelantó, detuvo su auto, sacó un arma del baúl y los esperó. A los minutos, estaban todos muertos.

Aunque las autoridades siempre dudaron de la cifra, Richard se mofaba de haber asesinado por esos años a más de 100 personas. “En una parte de mi vida, maté a gente por nada. Solo porque alguien me miraba mal lo mataba, lo acuchillaba o le disparaba”, reveló durante un documental sobre su vida que se emitió a través de la cadena HBO.

Con el tiempo, las muertes dejaron de producirle a Kuklinski cualquier emoción. No había adrenalina ni placer ni culpa. Mataba cuando algo no le gustaba y prefería hacerlo de cerca. “Quería que me miraran, que solo vieran mi carita linda, que lo último que vieran sea yo”, contó.

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“Iceman”, los Gambino y Roy De Meo

Su furia homicida llamó la atención de la mafia. En esa época, estaba casado con Linda, una mujer 9 años mayor, y tenía dos hijos. Poco después, conoció a Bárbara, quien se convertiría en su segunda esposa y la madre de otros tres niños.

Kuklinski comenzó a traficar pornografía que revendía a los Gambino, una de las cinco familias jefas de la actividad delictiva en Nueva York. Por esos días, el gánster Roy De Meo fue enviado a intimidarlo por una deuda que tenía y quedó impresionado por cómo aguantó la golpiza. Rápido para los negocios, lo hizo pagar lo que debía haciéndolo trabajar para ellos como "asociado".

Para probar su eficiencia, un día De Meo le hizo seleccionar una víctima al azar en un parque. Kuklinski eligió a un hombre que paseaba a su perro, lo siguió y le pegó un tiro en la cabeza. Pronto, recibió su primer homicidio por contrato. “Me dieron una foto de él y me dijeron lo que hacía y a dónde iba. Tenía el hábito de fumar puros “, detalló tiempo después sobre una de sus primeras víctimas.

“En esa época manejaba una motocicleta. Me paré al lado y le dije ¿Son cubanos? Parece un buen cigarro. Me dijo ‘vete al carajo’ y cuando hizo eso me miró y vi su cara. Le dije ‘no, yo no me voy al carajo, al carajo te vas vos'. Saqué mi arma y le volé la cabeza. Se desintegró como si le dieras a un zapallo con una escopeta”, recordó.

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Roy de Meo.

Roy de Meo.

A partir de ese momento, comenzó una intensa tarea de homicidios pagos. A muchas de sus víctimas las mataba con armas, a otras con cuchillos, palancas de ruedas, explosivos, fuego y hasta un picahielos. Perfeccionó también el uso del cianuro y para deshacerse de los cuerpos colocaba los restos en un barril con aceite que arrojaba a un lago.

Cuando sus jefes le pedían que infringiera un “sufrimiento extra”, solía atar a sus víctimas, las lastimaba hasta sangrar y las tiraba vivas en una cueva llena de ratas. En medio de la oscuridad, los animales se los devoraban. A veces, filmaba la escena para que el cliente pudiera constatar su efectividad a la hora de matar.

Una vez -según contó años más tarde-, estaba empecinado en usar una ballesta para llevar a cabo un golpe. Debía probar la letalidad del instrumento y, mientras conducía su coche, preguntó a un desconocido por una dirección y le dio con la flecha en medio de la frente.

El apodo de “Iceman” se lo ganó por la frialdad de sus ejecuciones, pero, sobre todo, por haber guardado cuerpos en un congelador durante años antes de deshacerse de ellos.

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Richard Kuklinski junto a su mujer, Bárbara.

Richard Kuklinski junto a su mujer, Bárbara.

Con un salario de cincuenta mil dólares por trabajo, Kuklinski comenzó a transitar un buen pasar económico. Tenían una casa lujosa, un buen coche y todos los domingos hacía barbacoa junto a sus hijos y su bella mujer, que no sabía nada de su siniestro labor.

A simple vista, el “hombre de hielo” parecía un padre ejemplar. No bebía alcohol, no consumía drogas y no era mujeriego. El retrato familiar, sin embargo, estaba lejos de ser perfecto. Kuklinski golpeaba a su esposa de una manera brutal y hasta llegó a apuñalarla. Una de sus hijas contó años más tarde que una vez mató a su perro para castigarla por llegar tarde.

Al cumplir cincuenta años, el hombre comenzó su propia red de crímenes, pero sus métodos ya no eran tan efectivos. Uno de sus primeros errores lo cometió a fines de 1982, cuando el cuerpo de Gary Smith fue hallado en un motel de Nueva Jersey. Con antecedentes de robo y estafas, el joven había sido "socio" de Kuklinski y de otro hombre, llamado Daniel Deppner.

Kuklinski y Deppner asesinaron a Smith el 23 de diciembre con una hamburguesa repleta de cianuro. Como demoraba en morir, Deppner lo estranguló y, al no tener un coche para llevarse el cadáver, lo metieron entre el colchón y el somier de un motel. Días después, los clientes se quejaron del hedor.

Su secuaz, Deppner, terminó de un modo similar. Meses más tarde, fue encontrado muerto y rodeado de cuervos en una zona boscosa de West Milford, Nueva Jersey. Kuklinski había metido el cuerpo en bolsas de basura.

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Richard Kuklinski junto a sus hijas.

Richard Kuklinski junto a sus hijas.

La masacre continuó. El 25 de septiembre de 1983, un hombre llamado Louis Masgay fue encontrado asesinado cerca de un parque en Orangetown. Tenía un agujero de bala en su cabeza. Kuklinski había ocultado el cadáver en un congelador industrial por 2 años, pero esa vez se descuidó y no dejó que se descongelara por completo.

La policía local comenzó a seguir de cerca al asesino a sueldo y, tiempo después, infiltraron en su grupo al agente Dominick Polifrone. Grabaron cientos de conversaciones y, con las pruebas, lo detuvieron en diciembre de 1986.

En 1988, un tribunal lo condenó a dos cadenas perpetuas continuas. Años después, confesó a los medios que también había liquidado a Robert Prongay, uno de sus mentores a la hora de matar, y al mismo De Meo, quien le había enseñado cómo el asesinato a sueldo podía ser una forma de vida.

¿Qué trastorno tenía Richard Kuklinski?

En la década del 90, Kuklinski fue entrevistado por el psicólogo forense Park Elliot Dietz, quien determinó que tenía un trastorno de personalidad antisocial. El asesino no tenía conciencia ni remordimientos. Había nacido sin la capacidad de sentir miedo y la violencia ejercida por sus padres lo había convertido en un hombre desconfiado y con personalidad paranoide

“Soy probablemente la persona más solitaria del mundo”, dijo por esos años. "No tengo nada que cuidar y no puedo hacer amistades o tener ningún tipo de relación. Perdí todo lo que me importaba”, agregó durante el reportaje desde la cárcel.

Su mujer y sus hijos se alejaron de él y murió el 5 de marzo de 2006, a los 70 años. Su deceso se produjo en circunstancias sospechosas. Sucedió poco antes de que declarara contra un reconocido gánster llamado Sammy Gravano.

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