Reynaldo Flehr fue encontrado en su casa con dos tiros en la cabeza.
El arquitecto Reynaldo Flehr fue hallado muerto en diciembre con una herida en la cabeza compatible con dos disparos de arma de fuego. El caso, ocurrido en Córdoba capital, fue por meses un misterio y ahora dio un giro sorprendente: la Justicia detuvo a su hija y a cuatro hombres por el hecho.
Hoy la fiscal a cargo de la investigación, Claudia Palacios, confirmó la imputación por “homicidio agravado por uso de arma de fuego” de Irina Lourdes Flehr, la hija del arquitecto, y la detención de otras cuatro personas aparentemente involucradas en el crimen, entre ellas la pareja de la joven, identificado como Leandro Moscarello.
“Todavía no terminaron los operativos. La calificación legal en principio va a ser homicidio calificado por el uso de arma de fuego y tenemos muchos elementos probatorios que nos llevaron a esta medida de hoy”, dijo la fiscal.
En relación al giro de los acontecimientos, agregó: “No nos ha sorprendido, lo teníamos bastante claro desde el principio, pero la motivación no la puedo decir. No descartamos ninguna hipótesis para poder formar una argumentación y seguir con la causa”.
Flehr fue asesinado en diciembre dentro de su casa, ubicada en La Voz del Interior al 8200. El cadáver fue encontrado por una de sus hermanas, quien se había dirigido al domicilio al no tener respuesta a sus mensajes y llamados.
Según informó por entonces el medio Cadena 3, diferentes detalles llamaron la atención de los investigadores. Ninguna abertura había sido violentada y se creía que los asesinos habían ingresado por el fondo de la casa, donde no había cámaras.
Comenzaron a sospechar que el crimen había sido planificado porque el arquitecto estaba atado de pies y manos con precintos, lo que indicaba que los homicidas no eran improvisados.
Luego de inmovilizarlo, lo ejecutaron. Flehr tenía dos balazos entre el cuello y la cabeza. Una vaina servida les dio a la pauta a los investigadores que los asesinos le habían disparado desde una distancia corta. Tampoco se observó que tuviera marcas de golpes compatibles con una tortura previa.
Por último, la casa estaba desordenada, pero sólo "algo" revuelta, como si los homicidas hubieran querido simular la escena de un robo. La computadora y el teléfono del arquitecto estaban allí y no se observó el faltante de objetos de valor.
El hombre era viudo y ya no trabajaba como arquitecto. Vendía productos para ferreterías y era propietario de varios terrenos.