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Corte Suprema: qué pasará con los planteos de la causa "Cuadernos" y los de Cristina por "Obra Pública"

Néstor Espósito
por Néstor Espósito |
Corte Suprema: qué pasará con los planteos de la causa Cuadernos y los de Cristina por Obra Pública

La Corte Suprema continúa sin conseguir mayoría para resolver qué hacer con la causa por las presuntas irregularidades en la adjudicación de obras públicas a la empresa de Lázaro Báez durante los 12 años del gobierno anterior. Tampoco tiene en claro qué hacer con la Causa Cuadernos.

Por ahora, todo se ciñe a un compás de espera. No está claro espera de qué, pero lo cierto es que esos dos expedientes, uno de los cuales está en juicio oral pero estuvo a punto de postergarse de manera indefinida, no tienen un horizonte claro.

La Corte está dividida en torno al derecho a aplicar sobre la ex presidenta Cristina Fernández de Kirchner.

Antes de que comenzara el juicio por “Obra Pública”, el máximo tribunal había reunido una mayoría de cuatro votos para pedir el expediente y analizar las múltiples presentaciones sobre irregularidades y violaciones al debido proceso.

No se trataba de temas menores: estaban en juego la garantía del juez imparcial, el principio “no bis in ídem” (nadie puede ser juzgado dos veces por el mismo delito) y la valoración de las pruebas recolectadas a lo largo de la investigación y utilizadas en el debate.

Los jueces Elena Highton de Nolasco, Juan Carlos Maqueda, Ricardo Lorenzetti y Horacio Rosatti habían resuelto pedir el expediente para frenar el inicio del juicio. Pero una rápida articulación de presiones políticas y mediáticas redujo el “pedir la causa para frenar el juicio” a “pedir la causa para sacarle fotocopias”.

¿Quiénes modificaron su criterio? Lorenzetti y Highton. Y así está la situación, con el juicio avanzando semana a semana y la ex presidenta pronta a declarar el lunes próximo en indagatoria.

Las defensas creen que el juicio se está cayendo. Y suponen que lo que viene, sobre todo en dos puntos, puede terminar de derribarlo: un peritaje sobre las obras concedidas a Austral Construcciones -la–empresa de Báez- y especialmente si esos reproches no fueron ya evacuados en la justicia federal de Santa Cruz. Es decir si medio centenar de causas no fueron ya resueltas, todas a favor de Báez, y ya no hay margen para revisarlas.

Si ese fuera el caso, la Corte podría hacer algo que era frecuente en tiempos de la presidencia de Lorenzetti: resolver sin resolver.

En “Cuadernos” el escenario es diferente en lo conceptual pero similar en los números. Cuando el expediente llegue en revisión a la Corte, deducen, no podrán desentenderse con una resolución simple sino que tendrán que escribir,

¿Por qué? Porque nunca antes hubo tantos cuestionamientos sobre el origen de la investigación, la posible elección artificial del juez y fiscal que investigaron, la obtención de los relatos de los “arrepentidos” y la falta de congruencia entre lo que decían los cuadernos del chofer Oscar Centeno y lo que esos mismos imputados colaboradores reconocieron en sus declaraciones.

El juicio oral por los Cuadernos tiene tribunal asignado, el oral federal número siete, considerado “duro” a la hora de dictar sus fallos. Pero la artillería de las defensas hasta ahora fue disparada a discreción.

Cuando llegue el momento de la verdad, los debates serán técnicos, jurídicos y políticos. Y hay munición preparada para pegarle al corazón del sistema judicial, tal como fue concebido durante los últimos años.

Por lo pronto, el próximo 28 de noviembre está convocada una movilización a Comodoro Py 2002 para las 11.30 por parte del Foro por la Democracia y la Libertad de los Presos Políticos, a la que están convocando desde la cárcel, entre otros, Amado Boudou y Julio De Vido.

La Corte también supone que allí tal vez no sea necesaria su intervención de fondo.

Por lo pronto, la situación de la vicepresidenta electa no parece encontrar un campo minado en el cuarto piso del Palacio de Tribunales. Las alfombras y los cortinados de los despachos de los jueces de la Corte juntan ácaros. Pero Cristina Fernández sabe que, al menos por ahora, de allí no provendrá ninguno de sus futuros dolores de cabeza.