Triste historia

Facebook: el fenómeno de las redes juzgado por el siglo XIX

Facebook: el fenómeno de las redes juzgado por el siglo XIX

Por Catalina de Elía y Federico Delgado *

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No sorprende el reciente escándalo vinculado a la filtración de datos personales de Facebook. Es más, es probable que esto siga y se acentúe. Pero, en cambio, bucear en el por qué es casi un viaje obligado para comprender el mundo que está y - que por una cuestión de memoria histórica - nos cuesta ver.

La historia del mundo se juega en la relación entre las prácticas de las personas y la regulación legal de esas prácticas. Las redes sociales se meten en los cimientos de esa relación y expresan la contradicción entre lo que las leyes dicen y la gente hace.

Se resignificó el derecho a la intimidad. La gente consiente con un click que su vida personal y sus preferencias circulen por las redes sociales. Estos espacios carecen de regulación legal - aunque hay un debate muy fuerte en el mundo sobre eso.

De este modo, la información más valiosa para las diferentes iniciativas comerciales o para la construcción de la mayorías políticas, está disponible en las bases de datos de empresas comerciales y no del Estado.

En otras palabras, los datos para construir el mundo y para satisfacer las demandas de consumo se hallan condensados en los dispositivos móviles y, esto es decisivo, de manera voluntaria por los propios dueños de esos datos.

Mientras tanto, las regulaciones legales heredadas del iluminismo del siglo XVIII y XIX contemplan que ciertos datos están reservados a la esfera privada de los individuos y no pueden ni deben ser conocidos por el Estado.

Esa es la contradicción en la que se ubica el escándalo de Facebook y Cambridge Analytica: el mundo habitado desde las redes sociales como rasgo característico del siglo XXI y leyes vetustas que expresan un mundo de otro siglo.

Por ejemplo, la justicia argentina no usa oficialmente como fuente de información a las redes sociales. Además, cuando necesita conocer la identidad de alguien que - por ejemplo- amenazó de muerte al presidente recurre al vetusto método del exhorto hacia los Estados Unidos (que es una carta del fiscal al canciller y de éste al secretario de Estado de EEUU que sin plazo decide si colabora o no).

Todo esto, sin ingresar al espinoso terreno de la poca capacidad y conocimiento de gran parte de los jueces y fiscales sobre cómo usar las redes sociales. Ni tampoco la mala conectividad del sistema judicial en su conjunto. De hecho, en Comodoro Py, existen juzgados que financian su propia red de wifi.

Hay que comprender al fenómeno antes de juzgarlo. Porque incluye dimensiones éticas y legales aunque, como todo fenómeno histórico, es casi inexorable.

Por Catalina de Elía, editora de judiciales A24.COM y Federico Delgado, fiscal federal