Todo comenzó cuando la nave piloteada por tres hombres de origen ucraniano, con el apoyo de un angolano que hacía las veces de ayudante de a bordo y guardia, decidieron descender en el aeropuerto de Saurimo, apenas una hora después de partir desde Dundo (Lunda Norte), cuando en realidad esa escala no estaba fijada en la hoja de ruta.
En la pista de aterrizaje, los hombres abrieron la puerta trasera y delantera del avión, y por ellas subieron sorpresivamente otras 20 personas que no estaban previstas en el vuelo –un servicio exclusivo que el Ministerio de Cultura brindaba a la producción del filme-, lo que generó primero molestias y luego gran preocupación, ya que no tenían lugar donde sentarse ni cinturones y estaban provocando un peligroso sobrepeso.
Incluso, tres de estos pasajeros “colados” fueron escondidos por el ayudante de abordo en el baño trasero del avión, lo que generó una situación tan irregular y absurda que varias de las mujeres que integraban el equipo técnico angolano comenzaron a quejarse a viva voz y algunas entraron en un estado de pánico y llanto pidiendo a gritos y de pie que detuvieran el vuelo.
En medio del caos y la confusión, en un calor que se hacía cada vez más sofocante por el exceso de pasajeros, y ante el peligro y el riesgo cierto que esto provocaba para sus vidas, el director Pablo César y el resto del equipo argentino-angolano decidieron que la única solución era abandonar el avión y pidieron por favor que lo detuvieran para descender.
Como nadie los escuchaba y los pilotos ucranianos ya habían encendido las hélices del avión para despegar, Juan Palomino y algunos miembros angolanos del equipo se acercaron a la cabina del avión, pero el ayudante angolano de los pilotos –que luego quedó detenido al llegar a Luanda- les salió al cruce, agrediéndolos violentamente, primero con una escalera y luego con un cuchillo.En el tumulto y el forcejeo, en medio del griterío generalizado de los demás miembros del equipo técnico, que veían azorados y aterrorizados lo que estaba ocurriendo, el hombre golpeó y empujó al actor argentino, que intervenía en defensa de sus compañeros, provocándole raspaduras y una quemadura leve en su espalda.
Ante semejante situación, las autoridades militares del aeropuerto hicieron detener el avión y obligaron a todos a descender del mismo, hasta que finalmente –y luego de varios minutos de espera en los que varios técnicos lloraban o sufrían baja de presión- permitieron subir únicamente a los pasajeros autorizados para continuar el vuelo hacia Luanda.
Una vez en la capital del país, el agresor fue detenido y puesto a disposición de la policía militar, mientras que César, Palomino y Bogarín, además de los otros miembros argentinos del equipo técnico, fueron asistidos por el embajador argentino en Angola, Julio Lascano y Vedia , y un médico de la delegación diplomática en Luanda.
Aunque no fue confirmado por la policía, el hecho podría revelar el negocio turbio de algunos de los pilotos y ayudantes de a bordo de este tipo de aviones en Angola, que sobrevenden pasajes y llevan a más personas de las que pueden cargar, incluso sin asientos ni cinturones de seguridad, algo que ya provocó varios accidentes aéreos y víctimas mortales en los últimos años.