Charly cumple 70

Charly García, rezo por vos

Charly García cumplió 70 años y nosotros te traemos una crónica en primera persona sobre lo que significa Charly para un argentino
Charly García, rezo por vos

Charly García es una unión entre generaciones. Su música es algo de lo que con igual amor pueden hablar padres e hijos. Es el punto justo para hablar con la tía sórdida y descubrir que ella, que dice que la vida es un camino de espinas con alguna rosa, también fue joven, también amó la música, también vivió.

Cuando Charly cantaba “Mamá la libertad, siempre la llevarás, dentro del corazón, te pueden corromper, te puedes olvidar, pero ella siempre está” a mi me tocaba en lo más profundo, porque yo pase de mis doce a mis diez y siete años en un colegio pupilo. No se salía cuando uno quería, no se podían tener laptops, ni siquiera se podía tener una máquina de escribir. Por ese tiempo yo empezaba a escribir. Y mi ideal de artista era Charly.

En los largos paseos que hacía con mi madre en su auto, todo por Libertador, desde Coronel Diaz hasta que Libertador termina, eso de siete a once de la noche, escuchando las obras cumbres de Charly, entendí que esa música era una forma del arte que mi madre y yo podíamos compartir. Le hice leer a ella Herny Miller y Kerouac, y le parecieron un asco, pero con Charly manejaba cantando a todo pulmón, casi lloraba de alegría. Y se sucedían las calles caras, los negocios de autos importados, motos, jeeps, cuatris y motos de agua y de nieve, y cenábamos un café con leche con un tostado en un modesto Mc Donald's que recuerdo con cariño. Eso era la libertad, y era lo que yo aspiraba a tener.

El Charly al que conocí en mi adolescencia era el dulcoléxico flaco, de un metro noventa y cinco y cincuenta kilos. Yo era gordito, un poco gordito y quería ser flaco como él. En los años que vinieron después fui todo lo flaco que quise, y Charly, desde que Palito Ortega lo rescató de su vida de vicios que ya tocaba a su fin, es un señor muy alegre, limpio, sano, un poco gordo, que toca como siempre maravillas en el piano, y que recibe, como un anciano sabio, a visitantes más jóvenes, músicos de toda Latinoamérica que han ido a su casa de Coronel Díaz y Santa Fe y lo han escuchado tocar maravillas.

El primer Charly que conocí se había comprado un piano Steinway y lo había pintado y hecho mierda. Pero cambió, y, hacía dos mil once, por sus sesenta años hizo un concierto en Vélez. Fui con mi viejo, un médico distante y frío, que no tuvo problemas en pararse en las gradas y aplaudir después de cada tema y cuando apareció el Flaco, a tocar “rezo por vos” ese médico fío y de emociones remotas no tuvo problema en soportar la lluvia torrencial y Charly, graciosamente llamó al recital: el primer concierto subacuático del mundo.

Por ese entonces Charly sacó el sencillo Deberías saber por qué. En él, decía “si en verdad me tomas en serio, deberías saber por qué/ en el fondo no es un misterio/ deberías saber por qué te vas, ahí nomás, todos van, hasta ahí nomas, ahí nomás.”

Apenas unos meses después del primer recital subacuático del mundo fui a verlo a Mar del Plata, solo, y recuerdo que dos promotoras muy bonitas se debatían en un pasillo quién se iba a ir esa noche a la cama con Charly. Después de ahí me alejé un poco de su música, pero a Serú, a Sui Generis, y a los discos de solista Parte de la religión, y Clics Modernos vuelvo siempre, y cada vez que escucho un tema suyo como Nos siguen pegando abajo, después de haber estado cinco o diez años sin escucharlo, me sorprende su armonía, el riesgo de los caminos que elige, el trabajo que hay en cada pieza, la brillantez al piano y en las letras.

Tuve el privilegio de tomar clases de poesía con Laura Yasan, la última poeta grande grande que haya nacido en Argentina, al menos de las consagradas y ella, que tenía una biblioteca de como cinco mil libros, me dijo

--Hay músicos que son eximios poetas. Por ejemplo, Charly.

Lo decía alguien que sabía.

Me gustaría tener una anécdota personal buena con Charly, pero la única que tengo es que estando en la avenida del mar, en mar del plata, lo vi pasar en dirección contraria a la que yo venía, él en moto, yo caminando. Ya estaba más gordito Charly. Se acercó a una pareja, deteniendo la moto y dijo algo, después se me acercó a mí, y me dijo

--Pibe, ¿tenes un cigarrillo?

Le ofrecí uno de mis Parisiennes y me dijo

--No, gracias, yo esa mierda no fumo.

Y siguió. Lo vi irse entre mi humo y la risa.

Vi a Cerati dejar de ser y luego morir (parece que fumaba tres atados de cigarrillo por día y no era medido con la cocaína) vi al flaco, el que parecía el más sano, morir, y Charly los pasó por varios años. Cada vez que lo pienso me sorprende que Charly siga vivo y que Cerati y el flaco la haya palmado.

Por último, quiero referir una cosa que confesó Andy Chango, el politóxico. Él decía que de joven creía que el modelo de músico era Charly, pero que con los años se dio cuenta de que para drogarse así, y seguir siendo buen músico (si se fijan en los vivos charly por más dado vuelta que estuviera nunca pierde el tempo y hace buenas intervenciones melódicas) para eso había que tener mucho resto. Charly lo tuvo, Andy no.

En una entrevista Charly dice que él trajo a la Argentina la figura de la estrella de rock. Que acá no estaba en los ochenta y que él repitió que era una estrella de rock hasta que la gente lo entendió y pasó a decirlo.

En todo caso, creo que la calidez viva de su música, y su sinceridad sabía, hacen que sea y siga siendo lo que siempre fue, un puente entre generaciones.

Por Fernando Martín

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