UNA PESADILLA

Fingieron que su hija de 7 años había desaparecido pero lo que encontró la policía es aterrador

Vestía como un personaje de Star Wars, con una máscara de calavera roja y zapatillas rosas. Eso fue lo que dijeron sus padres.

Fingieron que su hija de 7 años había desaparecido pero lo que encontró la policía es aterrador

Vestía como un personaje de Star Wars, con una máscara de calavera roja y zapatillas rosas. Eso fue lo que dijeron sus padres. Dijeron también que desapareció entre la multitud durante un desfile del Día de Muertos. Que fue un descuido. Que la buscaron, desesperados, por las calles de San Martín Texmelucan. Pero era mentira.

Ocho meses más tarde, el país conocería la verdad: Neri Sánchez nunca se perdió. Nunca estuvo en ese desfile. Fue asesinada por sus propios padres.

Una historia tejida con mentiras

El 2 de noviembre de 2023, Yari N. y Ulises Manuel N., padres biológicos de Neri, se presentaron ante las autoridades de Puebla para denunciar su desaparición. Dijeron que habían asistido en familia al desfile del Día de Muertos, uno de los eventos más concurridos del estado. Afirmaron que la niña, de tan solo siete años, desapareció en un descuido, entre los disfraces y la muchedumbre.

No escatimaron en detalles. Describieron su vestimenta con precisión, incluso su ropa interior. El país entero se estremeció por la noticia. Las redes sociales compartieron su imagen. La búsqueda comenzó.

Pero las cámaras de seguridad nunca registraron a Neri entre la gente.

Lo que sí captaron los sistemas de videovigilancia fue a su madre caminando con un muñeco vestido como Neri, con la máscara roja y las zapatillas rosas. Luego, lo abandonó en plena avenida, simulando que la niña se había extraviado. Todo había sido una puesta en escena. Una farsa para encubrir un crimen.

Del desfile a la morgue: una investigación macabra

La investigación comenzó a desentrañar un relato de horror. En cuestión de días, las versiones de Yari y Ulises comenzaron a desmoronarse. Primero dijeron que la niña desapareció en el desfile. Luego, cambiaron la historia: aseguraron que Neri se perdió dentro de su casa.

Pero había algo que no cuadraba. Los medios hermanos de Neri, entrevistados por personal especializado en psicología infantil, afirmaron que no veían a la niña desde hacía tres meses. Además, revelaron que su madre les pidió que mintieran, que dijeran a la policía que Neri sí había ido al desfile disfrazada.

La contradicción en las declaraciones, el testimonio de los hermanos, y las grabaciones en video, llevaron a un punto sin retorno. Las autoridades comenzaron a considerar la posibilidad de un asesinato encubierto por los propios padres.

Un altar a la Santa Muerte y una carta de confesión

Durante el allanamiento a la casa familiar, la Fiscalía de Puebla descubrió un altar dedicado a la Santa Muerte. Junto a él, había una carta escrita a mano por los padres de Neri. Una suerte de confesión. Un pedido de perdón.

“Esta carta y el altar refuerzan la línea de investigación de un crimen planeado y deliberado”, comunicaron fuentes oficiales.

La Santa Muerte es una figura venerada en muchas regiones de México, especialmente por personas que se sienten marginadas del sistema. Aunque no es reconocida por la Iglesia Católica, muchos fieles creen que ofrece protección, justicia o venganza.

La imagen de esta figura esquelética, envuelta en una túnica, con una guadaña o un reloj de arena en la mano, ha sido relacionada en múltiples ocasiones con crímenes, cultos y situaciones límite. No es ilegal rendirle culto, pero su presencia en escenas del crimen suele despertar sospechas.

Una denuncia falsa y una tumba secreta

El 9 de noviembre de 2023, apenas una semana después de la denuncia, las autoridades detuvieron a Yari y Ulises. El delito: desaparición cometida por particulares agravada. En ese momento, el paradero de Neri todavía era desconocido. Pero la línea de investigación era clara: debían encontrar su cuerpo.

La búsqueda duró meses. Finalmente, en febrero de 2024, la Fiscalía anunció el hallazgo de restos humanos que podrían pertenecer a la menor. El análisis forense reveló un dato escalofriante: los restos llevaban enterrados seis meses.

Es decir, Neri había sido asesinada tres meses antes de que sus padres denunciaran su desaparición.

Durante mucho tiempo, la identidad de los restos no pudo confirmarse. La familia de la madre, y en particular la abuela que había criado a Neri hasta los cinco años, esperaban la confirmación genética. Finalmente, el 18 de julio de 2024, el fiscal del estado confirmó lo que muchos temían:

“La impronta genética nos dice que sí corresponde a la menor desaparecida”.

Una vida interrumpida en medio del caos familiar

La historia de Neri Sánchez es también la historia de un sistema que falló. La niña había pasado casi toda su vida con su abuela materna, en un entorno más estable. Pero en mayo de 2022, fue entregada legalmente a sus padres biológicos, junto a sus tres medios hermanos.

Desde entonces, vivió en un ambiente lleno de inestabilidad, manipulación y, finalmente, violencia letal.

Los informes judiciales revelan que tanto Yari como Ulises mintieron reiteradamente a las autoridades. Cambiaron versiones, intentaron manipular a sus hijos, y simularon una desaparición pública para desviar la atención. Mientras tanto, su hija yacía enterrada en secreto.

Silencio, horror y una justicia incompleta

A pesar de las pruebas forenses, los interrogatorios y las evidencias materiales, los padres no han confesado el crimen. Tampoco han brindado detalles sobre cómo fue asesinada Neri, ni por qué. El móvil sigue sin esclarecerse.

Lo único que ha dicho el fiscal es contundente:

“Fingieron esa desaparición para intentar cubrir sus actos”.

Un disfraz, una máscara, un muñeco. Una puesta en escena para los medios, para la policía, para los vecinos. Una mentira como telón para ocultar un asesinato.

El contexto que duele: homicidios infantiles al alza en México

El asesinato de Neri Sánchez no es un caso aislado. Forma parte de una problemática creciente en el país: los homicidios infantiles.

Según datos del Secretariado Ejecutivo del Sistema Nacional de Seguridad Pública, entre enero y junio de 2023 se registraron 35 homicidios infantiles en el estado de Puebla. Para el mismo periodo en 2024, esa cifra se duplicó: 73 niños, niñas y adolescentes asesinados.

De esos 73 casos, 14 fueron clasificados como homicidios dolosos, es decir, cometidos con intención. Puebla se ubica hoy entre los cinco estados con más homicidios infantiles en México. Una cifra que estremece y que da contexto a lo ocurrido con Neri.

Un país que aún no sabe proteger a sus niños

Neri tenía solo siete años. Su vida fue breve, marcada por el abandono institucional, la violencia doméstica y la traición más profunda: la de sus propios padres.

Vivió primero con su abuela, fue trasladada a un entorno caótico, y terminó siendo víctima de un crimen atroz. Su muerte no fue producto de un accidente ni de una tragedia inexplicable. Fue premeditada, planificada y encubierta.

Su nombre ahora integra una larga lista de menores asesinados en México. Una lista que crece año tras año, sin que existan políticas contundentes que garanticen entornos seguros para la infancia.