“Te quiero pedir mil disculpas. Perdoname”, declaró con la voz quebrada.
El horror que terminó con la vida de Maia
El hecho se conoció públicamente cuando Melisa llevó a su hija de urgencia al Hospital 4 de Junio, ubicado en la ciudad de Presidencia Roque Sáenz Peña. Según el parte médico, la menor llegó en estado crítico. A pesar de los esfuerzos médicos por salvarla, Maia falleció poco tiempo después a causa de un paro cardiorrespiratorio.
Dada la gravedad del caso y la sospecha de maltrato, las autoridades ordenaron la autopsia correspondiente. Los resultados fueron escalofriantes: los forenses hallaron dos agujas de coser clavadas en su pequeño cuerpo, una de las cuales comprometía el lóbulo pulmonar derecho, mientras que la otra afectaba la zona del timo, una glándula ubicada en el pecho.
La investigación y la condena a perpetua
El fiscal Cristian Arana, a cargo de la causa, no tardó en actuar. Tras conocerse el informe forense, ordenó la detención inmediata de Melisa Vallejos y su pareja, ambos señalados como responsables del crimen. La causa fue caratulada como “homicidio agravado”, dada la vinculación familiar y la alevosía con la que se cometió el asesinato.
Pese a la gravedad del delito, Melisa obtuvo el beneficio de la prisión domiciliaria durante un tiempo, ya que se encontraba embarazada al momento de ser procesada. Aún así, la justicia chaqueña avanzó con el proceso judicial, y tanto ella como su pareja recibieron finalmente la pena máxima: prisión perpetua.
Una confesión tardía y un pedido de perdón
Dos años después del crimen, durante una instancia judicial, Melisa Vallejos confesó el asesinato de su hija. Con lágrimas en los ojos, pidió perdón por lo que había hecho, aunque su arrepentimiento no alteró la condena ya impuesta.
El caso dejó una profunda marca en la sociedad de Quitilipi y en toda la provincia del Chaco. La brutalidad del hecho, sumada al vínculo materno entre víctima y victimaria, generó indignación y dolor en la opinión pública.
Hoy, el nombre de Maia Vallejos sigue siendo recordado como símbolo de una tragedia que nunca debió ocurrir.