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Maradona, barras, docentes y la cultura del aguante invadieron al gobierno de Alberto

Pablo Winokur
por Pablo Winokur |
Maradona, barras, docentes y la cultura del aguante invadieron al gobierno de Alberto

Un hombre sin dientes, en ojotas y desenfrenado había logrado entrar a Casa Rosada. En medio del tumulto, agarraba cosas y las tiraba. Le arrojó un vaso en la cara al ministro de Trabajo, Claudio Moroni, que acababa de llegar al lugar junto a la ministra de Justicia, Marcela Losardo. Ambos son del círculo más íntimo de Alberto Fernández.

Como pasó el día de las colas de los jubilados, Alberto no supo decir que no y ordenar una situación que claramente se iba a desbordar. Le ofreció la cancha de Argentinos Juniors a Claudia Villafañe, pero ella retrucó que Maradona quería que lo velaran en la Casa Rosada. Aunque las circunstancias no eran normales, como quizás Diego hubiera soñado; nadie elige morirse en medio de una pandemia.

El Gobierno se puso a trabajar en un operativo para un velatorio de entre 48 y 72 horas. Pero a última hora de la noche del miércoles, Claudia Villafañe dijo que a las 16 tenía que terminar todo; tenía que durar 10 horas. Era su última palabra y estaba cansada. El cajón ya estaba por llegar. No había mucho más que hacer.

En la puerta de la Casa Rosada se empezaba a acumular gente. En un momento cayó la barra de Boca. Claudia dijo que tenían que entrar. A nadie en el Gobierno se le ocurrió que eso podía ser un problema. “Pusieron a un tarjetero de Villa Gesell a controlar la puerta de la Rosada”, se escuchó en Casa de Gobierno. La referencia es sobre "Mike" Cuberos, subsecretario general de la presidencia a cargo del operativo por la despedida de Maradona. Era la medianoche del jueves. “Debimos haber previsto la presencia de barrabravas”, dijo Alberto dos días después. También debió haber previsto que los jubilados, después de 15 días sin un peso, se iban a agolpar en los bancos. No era hablar con el diario del lunes; era claro que eso iba a pasar.

Muchas más cosas claramente van a pasar y no hace falta esperar al domingo para escribir el diario del lunes

Aguante con banderas

Poner la bandera en primera fila de un evento tan importante como el velatorio de Maradona es una muestra de poder, una muestra de fuerza. Una exhibición de la capacidad de choque que tiene una determinada organización social, política o de barrabravas.

El ingreso a la Casa Rosada del jueves es una medalla que las hinchadas de algunos clubes van a colgarse de por vida. Seguramente puedan exhibirla en adelante para conseguir nuevos clientes y negocios dentro y fuera de la política. Probablemente ya esté circulando entre los barras el nombre de aquel que le arrojó un vaso por la cabeza al ministro Moroni en medio del tumulto.

Sectores de la CTA que se movieron fuerte lo sintieron como una especie de reivindicación. Lo tienen entre ceja y ceja, y lo acusan de cerrar sus paritarias por debajo de la inflación. Ctera, el gremio docente, está enrolado en la CTA.

No a las clases, sí a la marcha

Alberto no supo decirles que no a los gremios docentes cuando se oponían a cualquier tipo de vuelta a las aulas. Maradona hizo posible que algunos funcionarios armaran un operativo en tiempo récord para juntar a un millón de personas en 72 horas. Cada vez que se planteó la necesidad de que volvieran las clases presenciales se decía que era imposible movilizar esa cantidad de gente en el área metropolitana.

También decían que era imposible que los maestros estuvieran dispuestos a abandonar sus hogares Y a exponerse al virus en el medio de la pandemia. La resistencia de los gremios a abandonar el Aislamiento Social Preventivo y Obligatorio fue quebrada por un suceso claramente más importante que los derechos de los niños: la bandera de Ctera, el gremio docente mayoritario liderado por Roberto Baradel, estaba en primera fila en la Casa Rosada para darle el último adiós a Maradona.

Los docentes que están posando para la foto sin barbijo fueron María José Gutiérrez, secretaria de educación inicial de Ctera (@mononagut en Twitter) y Emmanuel Fariña (@emmafarina en Twitter). Este último se mostraba hace semanas como un total defensor de la virtualidad educativa y pedía no tener "a las escuelas como simples mobiliarios o que oficien como guarderías que exponen la salud de la comunidad educativa”. Evidentemente se le fue el miedo. (La nota completa se puede leer acá)

Después de las fotos, tuvieron que hacer privadas sus cuentas de Twitter. Eduardo López, líder del gremio y principal impulsor de la no vuelta a clases presenciales, retuiteó todo.

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El viernes, en el anuncio de la nueva extensión de la cuarentena, Alberto avisó que los docentes estarían primeros en la fila para vacunarse, delante de los cajeros de supermercado que todos los días se exponen atendiendo a cientos de miles de desconocidos sin distanciamiento social. "A partir de allí (en marzo de 2021) vamos a poder pensar en cómo se retoman las clases". Antes, imposible según parece.

"Cuestión de honor"

El sociólogo Pablo Alabarces dice que la cultura del aguante “constituye un complejo sistema de honor y prestigio que valora positivamente la valentía, el coraje, la bravura y el arrojo en un enfrentamiento físico”.

  • “Los miembros de la hinchada juegan el mejor juego que pueden jugar con una particularidad que los define: la 'práctica violenta'”.
  • "El mejor juego no es sólo establecer relaciones personales a través de esta señal distintiva, relaciones que en muchos casos aseguran las facetas materiales de la vida cotidiana, sino desplegar un conjunto de herramientas que construyan un espacio propicio para visibilizar estas acciones".
  • "Hacer que una pequeña particularidad de su habitus se potencie de tal modo que permita convertirse en un bien intercambiado con actores sociales que no lo construyen como distintivo, es parte de este juego. Juego que reconoce espacios sociales y su reproducción”.

El velatorio de Maradona era un lugar para “hacer el aguante”. Tomaron la Casa Rosada y eso seguramente les va a levantar el precio a quienes ahí estuvieron.

Quedará para la postal del recuerdo la imagen de un primer mandatario saliendo al balcón de la Casa Rosada no para ser aclamado, sino para pedir orden. Un orden que nunca llegó y que, quizás de manera invisible, terminó limando la autoridad de un presidente que se sobreexpuso por su incapacidad de decir que no.

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