Sucedió en Buenos Aires

El caso de Emilia Basil: la mujer que asesinó a su amante, lo descuartizó y sirvió su cuerpo en el restaurante

El 24 de marzo de 1973, Emilia Basil estranguló a José Petriella. Después hirvió partes de su cuerpo en una olla de su restaurante de la avenida Garay. La atraparon por una denuncia de "mal olor" de una vecina. "Lo hice y lo volvería a hacer una y mil veces", declaró ante el juez.
Emilia Basil cuando es detenida en una de las pocas imágenes que se conocen de ella. 

Emilia Basil cuando es detenida en una de las pocas imágenes que se conocen de ella. 

Cuando pudo, Emilia Basil no lo dudó y escapó de sus problemas familiares y económicos. La mujer, que había nacido en el Líbano, en 1911, llegó en la década del '40 a la Argentina en busca de un futuro más esperanzador. Cansada de sobrevivir en su país natal, se subió a un barco carguero. Otra historia más de alguien que buscó refugio en Buenos Aires.

Vino llena de esperanza en un periplo que lo hizo en soledad. Y cuando pisó tierra firme, un nuevo mundo la esperó. Emilia se instaló en una pensión en la zona del puerto. Vino apenas con una una libreta donde tenía anotadas direcciones de libaneses que vivían en la ciudad. Sin embargo, nunca los necesitó.

Dora Ramos era la dueña de la pensión y fue quien le enseñó las primeras palabras en español. Emilia buscó refugio en ella. Le pagaba, pero también le ayudaba a mantener limpia la casa y la cocina. Sabía que un buen vínculo con esa mujer le terminaría abriendo puertas. Y así fue.

La dueña de la pensión estaba acostumbrada a recibir inmigrantes. A cada extranjero, le pedía que preparara platos típicos de su país de origen. La comida libanesa resultó ser una de sus preferidas y Emilia disfrutaba de cocinar.

¿Quién era Emilia Basil?

Ya instalada y acomodada en la pensión, estaba desesperada por conseguir un trabajo. Un día la dueña le cumplió ese deseo al conseguirle un trabajo en un frigorífico, aunque no era nada sencillo: tenía que madrugar y una vez en el frigorífico la tarea fue despostar medias reses. Así era su día a día. A Emilia le dijeron que el trabajo estaba destinado para un hombre, pero ella aceptó igual y la pusieron a prueba. Todos terminaron asombrados con la fortaleza física que tenía la libanesa.

Durante diez años, Emilia vivió siempre en la misma pensión. Allí pasaba sus ratos libres cocinando empanadas y guisos árabes. Siguió en el frigorífico y todos la respetaban.

En un bar del barrio de Constitución conoció a Felipe Rueda, un peruano trece años menor que ella. Rueda fue hasta la mesa donde estaba Emilia, que ya la tenía de vista del frigorífico. Felipe era el encargado de compras de un restaurante céntrico, y cada vez que iba a comprar la carne se asombraba de ver a una mujer musculosa cómo cortaba las reses.

Su matrimonio

Cuando se casó con Felipe Rueda, de inmediato se mudaron a una casa de la calle Garay 2201. En ese lugar instalaron un restaurante llamado Yamile. Vivían en el fondo de la casa, lindando con un italiano que se llamaba José Petriella, que era el anterior dueño de la propiedad pero que, a causa de una mala administración, se la terminó vendiendo a Emilia, que pagó una parte en efectivo y el resto prometió entregarlo en cuotas. A cambio de haber aceptado la postergación del pago total, Petriella podía vivir en un cuarto en el fondo de la casa, que había sido un depósito. Para ese momento, Emilia Basil y Felipe Rueda ya tenían tres hijas a las que llamaron Florinda, Rosa y Mirta.

El papel de José Petriella

José Petriella era también inmigrante y encontró en la Argentina un lugar para poder ganarse la vida. Llegó desde Italia y se dedicaba a la plomería. Ganaba bien y llegó a tener algunas propiedades. Además, también ayudaba enviando dinero a sus otros hermanos para que pudieran llegar a Buenos Aires.

Embed

Un día, en la década del ´70, Petriella escucha una propuesta de Emilia. Ella quería tener un restaurante al que le puso “Yamile”. Petriella se quedaría en una habitación del fondo de la construcción, hasta que la mujer le saldará la totalidad de la deuda. El negocio marchaba, Emilia tenía una clientela fiel y facturaba muy bien. Sin embargo, no le alcanzó para levantar el dinero de la hipoteca.

Su marido Felipe se iba todos los días a las cuatro de la mañana para ir a trabajar en una fábrica. Conocedor de todos esos movimientos, Petriella salía más tarde de su habitación y buscaba a Emilia, que tenía 58 años. Petriella tenía la necesidad de estar cerca de Emilia y la acosaba. Emilia no hacía nada, quizás por el miedo de que le ejecuten la hipoteca y quedarse sin negocio. Un día, Emilia no soportó más la situación.

La madrugada del 24 de marzo de 1973 era sábado y a las cuatro de la mañana abrió la puerta de su casa para que su marido se vaya a trabajar. A esa hora, Emilia comenzaba a preparar la comida para el mediodía. Desde pucheros y guisos, hasta empanadas árabes para los clientes.

El momento del crimen

El día que José Petriella salió de su habitación y la encaró, Emilia primero lo empujó. Pero nada de eso impidió que el hombre siguiera insistiendo. De repente, comenzó a manosearla. Ella llegó a confesar que lo dejó para que bajara la guardia y que ese día estaba decidida a todo.

Crimen de San Cristobal.jpg

"Misterioso crimen en San Cristóbal", decía la tapa del diario Clarín.

Ese día caminó hasta el living de la casa con mucha tranquilidad. No hizo nada de ruido porque sus hijas dormían. Mientras tanto, Petriella tenía en la cabeza lograr acostarse con Emilia. Pero en un momento sintió una extraña presión: la mujer le había hecho un cordel de nylon por detrás del cuello sin que el italiano se diera cuenta. Y ella apretó con fuerza. Fue apenas un minuto de resistencia. Después Petriella cayó. Y Emilia siguió presionando con un único objetivo: matarlo a Petriella.

El lugar que eligió para guardar el cadáver

Emilia metió el cadáver en un cajón de madera y lo tapó con frutas y bolsas de arpillera. Ahí lo dejó hasta la madrugada siguiente. Para ella, la vida siguió con total naturalidad: trabajó como siempre, cocinó y atendió a los clientes que llegaban a almorzar.

Al día siguiente, Emilia se levantó para otra jornada laboral. Pero además de cocinar para los clientes, comenzó a descuartizar el cadáver de Petriella y a hervir en ollas los trozos de su cuerpo. El objetivo era hacer desaparecer los restos.

El 26 de marzo, dos días después de matar a Petriella, en el restaurante se atendió como todos los días. El horno, donde estaban los restos de Petriella, se utilizo como de costumbre y se sirvió la comida. Había trozos de carne que ya no se podía distinguir si eran de vaca, de cerdo o definitivamente era carne humana.

Embed

Uno de los hermanos de Petriella lo fue a buscar, pero no lo encontró. Y se sorprendió por su ausencia. Pasaron tres días y radicó la denuncia en la comisaría 18 de la Policía Federal. En el restaurante “Yamile” todos decían que hacía unos días que no lo veían. Que había salido a trabajar y no había regresado.

El panorama se modificó cuando el miércoles 28 de marzo una vecina vio un cajón de manzanas que emanaba un olor nauseabundo. Los recolectores de residuos no habían pasado esa noche. Esa mujer lo comentó con una de las hijas de Emilia, quien le contó a la madre. Emilia le dijo: “No lo toques, llamá a la Policía”. Otro vecino había corrido las verduras podridas con un palo y había descubierto un cuerpo.

La condena y la cruel confesión

Cuando se allanó la casa y el restaurante de Emilia, en el rastrillaje se encontraron más restos, entre ellos el cráneo hervido de Petriella, que había sido envuelto con hojas de diarios viejos. Emilia confesó todo ese mismo día. De inmediato, desvinculó de inmediato a sus hijas y a su marido. Ella dijo: “Lo ahorque, descuartice y herví su cabeza tres días seguidos. Me canse de mirarla mientras se hallaba en ebullición. Lo hice y lo volvería a hacer una y mil veces”, declaró ante el juez Juan Carlos Liporace.

Y agrego: “Señor juez... yo no tuve a nadie que me llevara los bultos en un auto. Esa fue mi desgracia; si no, le puedo asegurar que no me descubrían mas”.

Emilia Basil, alías "La Turca" fue condenada a 10 años de prisión, pena que purgó en la Cárcel de Mujeres. Sin embargo, salió en libertad condicional en noviembre de 1979.