“Es muy distinta la historia cuando estábamos solos que cuando había más gente en la habitación”, confesó. “Eso —el sexo grupal— era repugnante. Lo odiaba. Lo dejé bien claro”.
Además, aseguró que la diferencia de edad con Hefner, de 53 años, no afectaba su intimidad cuando estaban a solas:
“Si solo estuviéramos él y yo, sería mucho más normal de lo que uno se imagina”, reveló.
Sin embargo, reconoció que fue presionada en más de una ocasión a mantener relaciones sexuales, especialmente en grupo. Recordó que había bandejas repletas de lubricantes, vaselina, aceites y pañuelos descartables distribuidas por toda la propiedad: “En los baños, junto a la piscina, en las canchas de tenis. Era raro”.
Madison se mudó a la Mansión Playboy en 2001, cuando tenía apenas 21 años y Hefner 75. La relación duró hasta 2008, y con el paso del tiempo, la exmodelo llegó a calificarla como una forma de "síndrome de Estocolmo".
En el documental Secrets of Playboy, emitido en 2022, Madison y otras exconejitas describen el entorno como una especie de secta. La primera vez que pasó la noche con Hefner fue, según sus propias palabras, una experiencia humillante:
“No hubo romance ni seducción. La habitación estaba oscura, con una pantalla gigante pasando cine porno. Todo fue mecánico y robótico. Me impactó mucho que no quisiera usar protección. Fue realmente asqueroso”.
Al día siguiente, Holly se mudó a la mansión. Allí, según cuenta, comenzó de inmediato un proceso de adoctrinamiento donde todo parecía girar en torno a una supuesta “vida maravillosa”.
Más allá de las situaciones dolorosas, Madison también recordó aspectos positivos de su paso por Playboy. Dijo que disfrutó posar para la revista y trabajar en la producción de sesiones fotográficas:
“Siempre me encantaron las fotos. Quería salir en Playboy desde antes de conocer a Hef. Producir sesiones con otras conejitas fue divertidísimo”.
Hoy, a la distancia, su testimonio sigue aportando una mirada profunda —y muchas veces incómoda— sobre el lado oculto de la mítica mansión.