Alzheimer: un problema creciente
Según el Programa Nacional de Datos, Docencia e Investigación en Alzheimer (Pronadial) de la Facultad de Medicina de la UBA, la población de adultos mayores está aumentando y con ella, las enfermedades vinculadas a la edad. Entre ellas, la Enfermedad de Alzheimer (EA) representa entre el 60 y el 70 % de los casos de deterioro cognitivo progresivo. “Entre un 10 y un 15 por ciento de los mayores de 65 años padece deterioro cognitivo, y la prevalencia se duplica cada cinco años”, sostiene Pronadial, lo que pone en alerta sobre la necesidad de infraestructura especializada.
La EA es una demencia neurodegenerativa progresiva que afecta la memoria, la conducta y la funcionalidad de las personas. En muchos casos, la seguridad social no cubre todas las necesidades, y la carga familiar se vuelve insostenible. Esto lleva a replantear la atención en casa y a considerar la institucionalización.
Cuándo es el momento de internar
La doctora Lía Susana Daichman, gerontóloga y presidenta del Centro Internacional de Longevidad (ILC), resume con claridad: “El momento es cuando las condiciones del hogar ya no pueden dar respuesta. También cuando el paciente se vuelve incontinente, invierte el ritmo del sueño o deja de reconocer a sus cuidadores”. La licenciada Mara Maslavski, coordinadora de la Residencia Manantial, agrega que no es necesario esperar a fases avanzadas: “Con un diagnóstico temprano se pueden planificar intervenciones que mejoren la calidad de vida y acompañen la evolución”.
Ambas especialistas coinciden en que cada familia enfrenta este proceso de manera única, dependiendo del estado del paciente y de las posibilidades reales del entorno. “El argentino tiende a pensar que es mejor mantener al paciente en casa hasta el final, pero muchas veces esto perjudica la atención”, advierte Maslavski.
El primer paso clave es la valoración geriátrica integral, una evaluación multidimensional que permite diseñar un plan de cuidados ajustado a las necesidades clínicas, físicas, cognitivas y sociales de la persona mayor. “Este diagnóstico permite planificar los cuidados y aprovechar mejor los recursos”, remarca Daichman.
Qué mirar en un hogar especializado
El proceso de ingreso en una residencia comienza con entrevistas iniciales y visitas al lugar. La historia clínica y personal del paciente son esenciales para adaptar los cuidados. “A través de una entrevista extensa recopilamos información clave: desde la historia de vida hasta los gustos personales. Ese detalle ayuda a personalizar la atención”, explica Maslavski.
La especialista subraya la importancia de un entorno preparado: arquitectura adecuada, personal capacitado y un enfoque centrado en la persona. “Un buen hogar debe garantizar no solo la seguridad física, sino también potenciar las habilidades que aún conserva el paciente. Esto mejora la calidad de vida y transforma el vínculo con la familia”, dice.
Maslavski destaca que muchas veces los pacientes llegan deteriorados porque la atención domiciliaria, aunque amorosa, no siempre es suficiente. “Cuando el cuidado está adaptado, pueden recuperar cierto nivel de desempeño y participar en actividades que en casa eran impensadas”, apunta. Esto también redefine la relación familiar, transformando las visitas en momentos afectivos y de calidad.
El cierre de un proceso complejo
La decisión de internar a un ser querido con Alzheimer nunca es sencilla. Requiere información, acompañamiento profesional y un análisis realista de las posibilidades del entorno familiar. Como coinciden las especialistas, lo central es priorizar la dignidad, el confort y la seguridad del paciente, buscando siempre el mejor equilibrio entre cuidado y afecto.
Para las familias, entender que la internación no es un abandono sino una forma de cuidado responsable puede ayudar a transitar este camino con menos culpa y más certezas.