En aquella oportunidad, la diva le había puesto punto final al romance tras conocerse la infidelidad por parte de su pareja quien fue grabado en una cámara oculta con Flavia Miller.
“Fue una discusión de cosas privadas, inherentes a un divorcio. La situación se me escapó de las manos. Fue humillante y vergonzante. Pero cualquiera de ustedes puede haber pasado una discusión violenta. Hace muchos años que trato de salvar mi pareja, trato de mejorar la convivencia… Y bueno, no se pudo”, agregó, obligada por la presión de los medios.
Aquél fatídico 11 de febrero, a las diez y media de la mañana, la conductora llegó de Miami cuando se encontró con que en su casa la esperaba el polista, de quien estaba separada. Pero en su casa no sólo estaba Roviralta, sino también una guardia periodística que jamás podía imaginar de lo que sería testigo.
“Ladrón! Hijo de put...!", se la escuchó gritar desde la calle, con transmisión en vivo y en directo por televisión. Entonces, minutos después, el mismísimo Huberto Roviralta bajó las escaleras, abrió la puerta de la mansión y se dejó fotografiar en la vereda, con un golpe en la nariz y las mejillas repletas de sangre.