Salud sexual

Eyaculación precoz: dos técnicas simples y efectivas para mejorar el control

Estos métodos han demostrado eficacia para aumentar la duración y la calidad de la función sexual masculina.

Mejorar el dominio sobre la eyaculación precoz es posible con la respiración y el fortalecimiento del suelo pélvico.

Mejorar el dominio sobre la eyaculación precoz es posible con la respiración y el fortalecimiento del suelo pélvico.

La eyaculación precoz es una de las disfunciones sexuales masculinas más frecuentes a nivel mundial. Aunque suele asociarse con una duración breve del acto sexual –generalmente entre uno y tres minutos después de la penetración–, el verdadero eje del problema no es el tiempo, sino la dificultad sostenida para controlar el reflejo eyaculatorio. Esta falta de dominio puede derivar en frustración, ansiedad y afectar de forma significativa la vida íntima.

Si bien existen tratamientos médicos y psicosexuales disponibles, también hay herramientas simples y naturales que pueden ayudar a mejorar el control de la eyaculación. En esta nota, presentamos dos enfoques efectivos: uno basado en la respiración consciente, clave para reducir la excitación, y otro centrado en el fortalecimiento del suelo pélvico, que mejora la capacidad física de controlar el orgasmo.

Es importante comprender que la eyaculación precoz no responde a un único elemento. En la mayoría de los casos, confluyen aspectos físicos y emocionales que pueden combinarse. Entre los motivos físicos más comunes se encuentran la hipersensibilidad del glande o del frenillo, zonas que en algunos hombres reaccionan con mayor rapidez ante la estimulación, además de ciertas condiciones médicas como inflamaciones o infecciones prostáticas. También pueden influir desequilibrios hormonales, como niveles bajos de testosterona o un aumento de estrógenos, así como la presencia de disfunción eréctil, que a menudo genera una presión adicional por “rendir” antes de perder la erección, lo cual puede acelerar el clímax de forma involuntaria.

En el plano emocional, la ansiedad es una de las variables centrales. El miedo a fallar, las experiencias sexuales negativas previas, las expectativas autoimpuestas o los conflictos de pareja pueden convertirse en detonantes que dificultan el control. Muchas veces, el simple hecho de anticipar un mal desempeño incrementa la tensión al punto de hacer que el problema se repita. En este contexto, reducir el nivel de activación física y mental se vuelve clave.

Eyaculación precoz: respiración profunda, menos ansiedad y más control

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Una de las respuestas automáticas del cuerpo ante la excitación intensa es la aceleración de la respiración. Esto activa el sistema nervioso simpático –el encargado de preparar al organismo para la acción–, lo que puede llevar a un aumento de la tensión corporal, menor control sobre los reflejos y, en consecuencia, una eyaculación anticipada.

Aprender a respirar de forma consciente y pausada ayuda a activar el sistema parasimpático, que favorece la relajación y permite sostener el placer sin perder el control.

¿Cómo aplicar esta técnica?

Podés comenzar con un ejercicio básico, que también se usa en prácticas como el mindfulness o la meditación:

Inhalá por la nariz contando hasta cuatro, enfocándote en expandir el abdomen más que el pecho. Retené el aire entre dos y tres segundos. Exhalá suavemente por la boca durante seis segundos. Repetí este ciclo de respiración durante un par de minutos todos los días para entrenar el cuerpo. Durante el encuentro sexual, intentá mantener este ritmo: cuando sientas que la excitación aumenta demasiado, desacelerá tu respiración y concentrate en exhalar más largo que inhalar.

Este tipo de respiración no solo reduce la tensión física, sino que también mejora la percepción corporal y emocional del momento, ayudando a que el foco se desplace del “rendimiento” al disfrute compartido.

Fortalecé el suelo pélvico: ejercicios de Kegel para la eyaculación precoz

El músculo pubocoxígeo (PC), parte del suelo pélvico, es responsable de controlar varios procesos clave durante la respuesta sexual masculina, incluida la eyaculación. Cuando este músculo está débil, es más difícil controlar los reflejos involuntarios. Fortalecerlo a través de ejercicios específicos puede aumentar el control, reducir la frecuencia de la eyaculación precoz y, en muchos casos, mejorar también la calidad de la erección.

La forma más sencilla de identificar el músculo correcto es intentar detener el flujo de orina a mitad de camino: el músculo que se activa en ese momento es el que hay que entrenar.

Ejercicio básico: Kegel acostado

Acostate boca arriba sobre una superficie firme. Estirá las piernas y apoyá los brazos relajados a los costados. Contraé el músculo del suelo pélvico como si intentaras detener el flujo urinario y, al mismo tiempo, elevá levemente la pelvis, despegándola unos centímetros del suelo. Mantené la contracción entre tres y cinco segundos mientras respirás con normalidad. Luego, bajá lentamente la pelvis y relajá el músculo durante otros cinco segundos. Repetí entre 10 y 15 veces, una o dos veces por día.

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A medida que ganes fuerza, podés aumentar la dificultad del ejercicio. Una opción es realizarlo con una sola pierna levantada mientras la otra permanece apoyada. Otra alternativa es prolongar el tiempo de contracción o practicarlo en distintas posturas: sentado, de pie o incluso caminando. Lo importante es evitar contraer los glúteos o el abdomen, ya que el foco debe estar solo en el músculo del suelo pélvico.

Los resultados pueden notarse en pocas semanas, siempre que haya constancia. Muchos hombres experimentan una mejora progresiva en el control eyaculatorio, en la intensidad del orgasmo y en la seguridad durante sus relaciones sexuales.

Estas dos estrategias —respiración consciente y entrenamiento del suelo pélvico— no requieren intervenciones médicas ni suplementos. Si bien no reemplazan un tratamiento clínico en los casos más complejos, pueden ser un punto de partida eficaz y accesible para recuperar el control y mejorar la experiencia sexual.

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La clave está en la práctica regular y en la comprensión de que el control eyaculatorio no es solo un desafío físico, sino también mental y emocional. Incorporar estas herramientas puede marcar una diferencia significativa en la calidad de vida íntima, sin necesidad de fórmulas mágicas ni soluciones externas.

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