2. Agua y alimentos no perecederos
Como en toda situación de emergencia, lo esencial pasa por el abastecimiento. Almacenar agua potable, alimentos enlatados, arroz, legumbres secas y conservas puede marcar la diferencia. Muchos expertos en “preppers” recomiendan tener al menos provisiones para 30 días.
3. Resguardo físico
No todas las casas están preparadas para un escenario extremo. La ubicación geográfica influye (ciudades muy pobladas, zonas estratégicas o cerca de bases militares corren más riesgos), pero también la estructura: contar con sótanos, aislamiento térmico o refuerzos estructurales puede ser útil ante ataques físicos o cortes prolongados de suministros.
Las amenazas invisibles: guerra digital y colapso económico
Una guerra moderna podría no verse ni sonar como las anteriores. En lugar de bombardeos, podrían ocurrir ataques informáticos que apaguen hospitales, bancos y sistemas de comunicación. Un conflicto global puede también desencadenar un colapso financiero en cuestión de horas.
En ese contexto, estar en casa no implica seguridad absoluta, pero sí puede ser una primera línea de defensa. Tener efectivo, dispositivos offline y contactos de confianza vuelve a ser crucial.
Sobrevivir encerrado no es solo una cuestión logística, sino emocional. La incertidumbre, la sobreinformación y la falta de contacto social pueden tener un impacto profundo en la salud mental.
Los especialistas en psicología de emergencias aconsejan establecer rutinas, mantener vínculos digitales activos y limitar el consumo de noticias para evitar una sobrecarga emocional.
En algunos escenarios, quedarse en casa podría ser la opción más segura, al menos en los primeros días de conflicto. Pero dependerá del tipo de guerra, de la zona geográfica y de la preparación previa.
Lo cierto es que la posibilidad de un conflicto global —por más lejana o improbable que parezca— ya no pertenece únicamente al terreno de la ficción.