El nuevo Papa, de 69 años, había sido prefecto del Dicasterio para los Obispos y fue misionero durante décadas en Perú, donde incluso se nacionalizó. Su elección como León XIV evoca un mensaje claro: un retorno a las raíces del pensamiento social católico y un compromiso con la modernización responsable, como la que impulsó su antecesor homónimo.
León XIII fue un pionero en muchos sentidos. Fue el autor de la encíclica Rerum Novarum (1891), considerada la base de la doctrina social de la Iglesia. En ella abordó, por primera vez desde el Vaticano, temas tan profundos como la dignidad del trabajo, los derechos de los obreros y los abusos del capitalismo industrial.
Además, fue el primer papa en ser grabado en audio y en aparecer en una filmación, lo que reflejaba su actitud de apertura hacia los avances tecnológicos de su tiempo. También promovió el estudio de Santo Tomás de Aquino, el diálogo entre fe y ciencia, y buscó restablecer relaciones con otras confesiones cristianas, sentando las bases del ecumenismo.
La elección del nombre León XIV por parte del nuevo Pontífice puede interpretarse como un guiño a ese espíritu progresista, a la vez que una afirmación de continuidad con una Iglesia que escucha, discierne y actúa en un mundo en transformación.