La primera votación de los cardenales no alcanzó los dos tercios necesarios para nombrar al sucesor de Francisco y la chimenea del techo de la emblemática Capilla Sixtina se tiñó de negro para dar a conocer el resulto.
Los cardenales en la Capilla Sixtina no llegaron a los dos tercios necesarios para determinar al sucesor de Francisco.
La primera votación de los cardenales no alcanzó los dos tercios necesarios para nombrar al sucesor de Francisco y la chimenea del techo de la emblemática Capilla Sixtina se tiñó de negro para dar a conocer el resulto.
Mañana se votará de nuevo por la mañana y por la tarde. De no alcanzar los 89 votos necesarios, la votación seguirá en doble turno el día siguiente y lo mismo ocurriría el sábado. Como el domingo se cumpliría el cuarto día del cónclave, recién ahí se haría un receso hasta el lunes, donde se volvería a retomar el doble turno si no hay sucesor.
De esta manera, por el momento continúa la espera para encontrar al líder espiritual de más de mil millones de católicos continúa, mientras la atención mundial sigue puesta en el cónclave.
Más de 30 mil personas se agolparon en la plaza de San Pedro para presenciar la fumata y se enteraron por el humo negro que no hubo elección del sucesor del papa.
El cardenal francés Dominique Mamberti, de 73 años, será quien proclame el tradicional “¡Habemus Papam!” para anunciar al nuevo pontífice, una vez que finalice el cónclave en el Vaticano.
En su rol de protodiácono del Colegio Cardenalicio —título que corresponde al cardenal con mayor antigüedad dentro del orden de los diáconos—, Mamberti tendrá la misión de salir al balcón de la Basílica de San Pedro y comunicar en latín a los fieles que ya hay un nuevo Obispo de Roma.
En total hay 133 cardenales, menores de 80 años, que participarán de la asamblea. Se necesitan una mayoría de dos tercios, es decir 89 votos, para elegir al nuevo papa.
El cónclave definirá el futuro de la Iglesia católica después del pontificado de 12 años de Francisco que generó una división entre reformistas y conservadores. Francisco creó el 80% de los cardenales que participarán en el cónclave, el mayor y más internacional de la historia, con prelados de 70 países.
Aunque muchos lo dan por sentado, el cambio de nombre papal es una de las costumbres más antiguas y simbólicas del Vaticano. Desde tiempos remotos, los papas optan por dejar su nombre de nacimiento al asumir la silla de San Pedro, y adoptar uno nuevo que represente su misión espiritual, inspiración personal o legado deseado.
La costumbre se remonta a los inicios del cristianismo. Simón, primer papa de la historia, fue rebautizado como Pedro (del griego "Petros", piedra), cuando Jesús le dijo: “Tú eres Pedro, y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia”.
Siglos más tarde, el Papa Juan II retomó esta idea espiritual al convertirse en el primer pontífice en renunciar a su nombre de nacimiento: Mercurio, considerado inadecuado por su origen pagano. Desde entonces, la costumbre se consolidó como parte del ritual de sucesión.
Una vez que un cardenal alcanza los dos tercios de los votos durante el Cónclave, el Cardenal Decano le formula la pregunta clave: "¿Aceptás tu elección como Sumo Pontífice?" Si la respuesta es afirmativa, le sigue otra: "¿Cómo querés que te llamemos?" (Quomodo vis vocari?, en latín).
El nombre elegido se anuncia al mundo en la fórmula tradicional: "Habemus Papam", seguida del nuevo nombre papal. Desde entonces, ese será el único por el cual se lo conocerá en su pontificado.
Aunque no hay reglas estrictas sobre cuál nombre usar, la mayoría de los papas lo hacen en homenaje a santos, predecesores o para enviar un mensaje simbólico. Solo dos papas desde el siglo VI mantuvieron su nombre de nacimiento: Adriano VI y Marcelo II.
Los nombres más repetidos
A lo largo de la historia, algunos nombres han sido elegidos con especial frecuencia. Entre los más utilizados:
Juan (23 veces)
Gregorio (16)
Benedicto (16)
Clemente (14)
Inocencio (13)
León (13)
Pío (12)
En cambio, ningún Papa ha vuelto a llamarse Pedro, por respeto al primer líder de la Iglesia designado por Cristo.
Con el fallecimiento de Francisco, se cierra un capítulo de la historia de la Iglesia y comienza otro. El nuevo Papa no solo tendrá que enfrentar desafíos espirituales, sociales y políticos, sino también elegir con sabiduría el nombre que lo acompañará en esa misión.
Será, otra vez, un gesto simbólico, pero poderoso: el nacimiento de un nuevo liderazgo.