Como respuesta, China impuso restricciones a la exportación de tierras raras -cruciales para la industria tecnológica y militar estadounidense- y elevó sus propios aranceles hasta un 125% sobre bienes de origen estadounidense.
La disputa bilateral llegó a paralizar intercambios comerciales por casi 600.000 millones de dólares, generando despidos, disrupciones logísticas y temores de estanflación global.
La noticia fue bien recibida por los mercados: los futuros de Wall Street mostraron un repunte y el dólar se fortaleció frente a monedas consideradas refugio seguro, ante la expectativa de que este gesto abra la puerta a una desescalada económica duradera.