HOMICIDIO ATROZ

Quién y cómo era él: el pasado de Adrián Seltzer a quien se acusó de matar a su familia en Villa Crespo

La tragedia ocurrió en Villa Crespo, una mañana de miércoles. Cuando la policía ingresó al departamento de la calle Camargo al 800, encontró una escena devastadora: cuatro cuerpos sin vida.

Quién y cómo era él: el pasado de Adrián Seltzer a quien se acusó de matar a su familia en Villa Crespo

La tragedia ocurrió en Villa Crespo, una mañana de miércoles. Cuando la policía ingresó al departamento de la calle Camargo al 800, encontró una escena devastadora: cuatro cuerpos sin vida. Un hombre, una mujer y dos adolescentes. La primera hipótesis fue rápida, brutal y equivocada: el padre, Adrián Seltzer, habría asesinado a su esposa Laura y a sus dos hijos, Ian e Ivo, antes de quitarse la vida.

Esa versión, sin embargo, comenzó a desmoronarse en los días siguientes. Las pruebas forenses, las inconsistencias en la escena y el análisis psicológico de Seltzer abrieron una nueva línea investigativa. Hoy, la Justicia apunta a su esposa como la posible autora del crimen, y con ello se reconstruye la verdadera historia de Adrián Seltzer, un hombre que fue primero víctima del horror, y luego del prejuicio.

Un profesional respetado en el mundo agroindustrial

Adrián Seltzer tenía 53 años y era conocido por su solvencia profesional en el sector agroindustrial argentino. Se desempeñaba como consultor en Granar S.A., una firma nacional dedicada a la comercialización y corretaje de granos, además de ser accionista y operadora de bolsa. Su nombre era respetado en el circuito de negocios del agro, no solo por su experiencia, sino también por su capacidad para analizar con claridad los movimientos del mercado.

“Era de los tipos que entendía los ciclos, la política y el campo al mismo tiempo. Un equilibrio raro”, confió un ex colega suyo en off, tras conocerse el giro en la investigación. Seltzer había ingresado a Granar en enero de 2001 y, desde entonces, había cimentado una trayectoria sin altibajos. Su especialidad era el mercado de granos, sobre el cual escribía con frecuencia en medios especializados, columnas que revelaban su tono analítico, técnico pero accesible.

Una vida personal tranquila, marcada por la familia y la pasión por el vino

Más allá de su carrera profesional, Seltzer era un hombre de gustos simples y afectos profundos. Estaba casado con Laura Fernández Leguizamón y juntos tenían dos hijos: Ivo, de 15 años, e Ian, de 12. Ambos asistían a escuelas privadas del barrio, y según relatos de vecinos y conocidos, eran una familia reservada, sin conflictos visibles, pero con una vida hogareña intensa.

En sus redes sociales, particularmente en Instagram, Adrián compartía una faceta diferente: su amor por el vino. Publicaba etiquetas, recomendaba varietales, comentaba maridajes. No era un enófilo de pose, sino alguien que disfrutaba genuinamente de descubrir y compartir botellas. “Tenía una cava modesta pero cuidada, le gustaban los tintos patagónicos y los blends mendocinos”, contó uno de sus amigos.

Esa pasión lo llevaba a visitar bodegas en sus tiempos libres y a comentar con entusiasmo las novedades del sector. En más de una ocasión, combinó sus dos mundos —el agro y el vino— en artículos o charlas donde se cruzaban las variables económicas con las sensoriales.

El crimen que lo marcó dos veces: primero como víctima, luego como culpable

La tragedia en Villa Crespo ocurrió el miércoles 14 de mayo. Las primeras versiones hablaban de un “crimen pasional” cometido por Adrián en un presunto brote psicótico. Según esa versión preliminar, él habría matado a su esposa y a sus hijos con un cuchillo de cocina, antes de suicidarse.

La noticia se replicó con velocidad y sin filtro. “Un padre mata a su familia”, decían los titulares. En apenas horas, su nombre quedó asociado a una figura monstruosa, sin contexto ni confirmaciones. Sin embargo, la investigación dio un giro inesperado al revisar la escena con mayor profundidad.

La fiscalía a cargo de César Troncoso, junto con la División Homicidios de la Ciudad, comenzó a detectar inconsistencias: la disposición de los cuerpos, el ángulo de las heridas, la ausencia de rastros de lucha por parte de Seltzer, y elementos biológicos hallados en el dormitorio principal que no cuadraban con la primera hipótesis.

En paralelo, la revisión de dispositivos electrónicos, mensajes previos y estados emocionales de los miembros del hogar abrieron una nueva teoría: que el crimen había sido cometido por la esposa, Laura Fernández Leguizamón, en un contexto aún bajo análisis, y que Adrián no solo no había cometido el crimen, sino que había sido una de las víctimas fatales.

El duelo y la injusticia

Para quienes conocían a Adrián, el impacto fue doble: primero por la pérdida, y luego por el estigma. Durante días, su figura fue demonizada sin base firme. “Tardaron en pedir perdón, pero al menos la verdad empieza a salir”, comentó un primo suyo en redes sociales.

La familia de Adrián pide ahora que se lo recuerde como lo que fue: una víctima, un padre presente, un profesional comprometido y un hombre sensible. Las dudas sobre la salud mental de su esposa se suman a un contexto complejo, que aún no ha sido esclarecido en su totalidad. Lo que sí está claro, según fuentes judiciales, es que Adrián Seltzer no fue el autor del crimen. Fue asesinado junto a sus hijos.

Un nombre para reivindicar

Con el avance de la causa, se espera que la nueva imputación apunte hacia la esposa, aunque los detalles del caso permanecen bajo secreto de sumario. La familia Seltzer, en tanto, ha iniciado acciones legales para limpiar el nombre de Adrián y exigir una retractación pública de los medios que lo señalaron sin pruebas.

“Nos arrebataron todo: primero a él, después su memoria”, dijo un amigo íntimo en una carta publicada en redes. El caso abre también una discusión sobre la responsabilidad periodística y la velocidad con que se construyen relatos sin certezas.

Una historia de amor, trabajo y tragedia

Adrián Seltzer fue muchas cosas: un analista agudo, un papá de barrio, un amante del buen vino, un marido, un amigo. Su vida, aunque breve, estuvo marcada por el esfuerzo, la pasión y el afecto. Su muerte, injusta por partida doble, reclama ahora una reparación simbólica.

La sociedad, los medios y la Justicia tienen una deuda con él. No se trata solo de resolver un crimen, sino de hacer justicia con su memoria. Porque Adrián no fue el asesino, sino una de las víctimas más dolorosas de una historia que todavía duele.