“La idea es desideologizar las relaciones internacionales, ideologizarlas en el pasado fue un error. Serán sobre la base de intereses en común y no de ideologías”, dijo a A24.com un colaborador de Fernández.
El modelo es la Comunidad Europea del Carbón y el Acero (CECA) firmado después de la Segunda Guerra Mundial entre Francia y Alemania, dos países que se habían enfrentado, y que dio origen a la Unión Europea. Esa idea es atribuida al propio Argüello, aunque el canciller será Felipe Solá, que acompaña a Fernández en cada viaje al exterior.
Lo concreto es que luego de haber tomado contactos con Trump, Lopez Obrador, Correa y el magnate mexicano Carlos Slim, Fernández expondrá los lineamientos de su futuro gobierno ante la crema y nata de los dirigentes del progresismo latinoamericano: Ernesto Samper Pizano, ex presidente de Colombia; Dilma Rousseff (Brasil); José Mujica (Uruguay); Fernando Lugo (Paraguay); Álvaro García Linera (vicepresidente de Bolivia); José Luis Rodríguez Zapatero (España) y Daniel Martínez (candidato del Frente Amplio que competirá en el balotaje en Uruguay).
Así como quiere aplicar el pragmatismo en la diplomacia, también lo quiere instrumentar puertas adentro del país. Para Fernández, es una manera de desmarcarse del kirchnerismo más extremo, tanto en las políticas internacionales como en lo local.
Tal como adelantó A24.com el jueves último, Fernández quería sumar a Lavagna para presidir el Consejo Económico y Social. Era una manera de ampliar su base de sustentación política e incorporar materia gris. Ese mismo jueves lo visitó en su casa de Saavedra y conversaron durante dos horas. Si bien ambas partes niegan que hubo un ofrecimiento, el sondeo existió.
El presidente electo del Frente de Todos se retiró con la certeza de que Lavagna no asumirá ninguna función en el futuro gobierno, ni siquiera en el Consejo. Lo mismo plantean en el entorno del ex candidato presidencial de Consenso Federal. La idea está descartada, pero no lo harán público para evitar desgastes políticos prematuros.
De todos modos, Fernández tiene en análisis el proyecto de Lavagna de creación de un consejo, así como evalúa los de otros miembros de sus equipos, como el del diputado José Ignacio de Mendiguren, el otro gran abanderado de que el Consejo Económico y Social sirva para diseñar las grandes políticas y no solo un acuerdo de precios y salarios.
El proyecto de Lavagna -que inspira a Alberto- describe al Consejo como un “ámbito de diálogo abierto y de generación de consensos estratégicos de políticas públicas generales y específicas en todos los niveles”. Se dividiría en varias comisiones de trabajo, para elaborar proyectos de ley, de decreto y medidas que luego deberían ser refrendadas por el Congreso o el Poder Ejecutivo.
Estaría integrado por 26 miembros, 6 de los sindicatos, 6 de organizaciones empresariales, y 14 representantes de colegios, consejos, entidades representativas de profesionales y otras instituciones, incluidos movimientos sociales y credos religiosos. No estarían representados los partidos políticos porque su ámbito de discusión natural es el Congreso, según sostienen en Consenso Federal.
El presidente y el vicepresidente del Consejo serán designados por el Poder Ejecutivo Nacional con acuerdo del Senado y tendrán un mandato de dos años, renovable por un sólo período de igual duración. Todos los miembros trabajarán “ad-honorem”.
De todos modos, antes de la constitución del Consejo, Fernández deberá asumir el poder el 10 de diciembre y comenzar a tomar medidas.
Los primeros proyectos de ley, además del Consejo, serán sobre reformas fundamentales como la tributaria, la renegociación de la deuda, un régimen especial para inversiones en hidrocarburos (Vaca Muerta), la emergencia económica, el Consejo de Seguridad.
Y arremeterá con medidas como los acuerdos laborales por sector, las retenciones a la soja y otros ajustes en los controles de cambios en la órbita del Banco Central. Fernández envía señales al populismo y al mercado: tomará medidas heterodoxas y ortodoxas, según mejor le aconseje su pragmatismo.