-
Trastornos gastrointestinales que afectan la absorción de grasas, como celiaquía, enfermedad de Crohn, colitis ulcerosa o insuficiencia pancreática.
Enfermedad hepática crónica, que interfiere en el metabolismo de vitaminas liposolubles.
Uso prolongado de antibióticos de amplio espectro, que alteran la microbiota intestinal.
Tratamientos con anticoagulantes orales como la warfarina, que bloquean la acción de la vitamina K.
Dietas muy bajas en vegetales verdes o restricciones alimentarias extremas.
Consumo excesivo de alcohol, que afecta la función hepática e intestinal.
Los recién nacidos también están en riesgo de deficiencia, ya que nacen con reservas muy bajas y su microbiota intestinal aún no está desarrollada. Por eso, se les administra una dosis preventiva al nacer.
¿Qué síntomas pueden aparecer por déficit de vitamina K1?
La deficiencia de vitamina K1 puede pasar desapercibida al principio, pero con el tiempo el cuerpo empieza a mostrar señales:
-
Sangrado de encías o nariz sin motivo aparente.
Hematomas frecuentes o espontáneos.
Heridas que sangran mucho o tardan en cerrar.
Menstruaciones muy abundantes.
En casos más graves: sangre en la orina o en las heces, hemorragias internas o sangrados prolongados tras intervenciones médicas.
También puede haber una mayor fragilidad ósea en el largo plazo, aunque este efecto es más notorio en combinación con deficiencia de vitamina K2.
El diagnóstico de una deficiencia de vitamina K1 se realiza principalmente a través de estudios de coagulación. Uno de los más utilizados es el tiempo de protrombina (TP), también expresado como índice INR, que tiende a elevarse cuando los niveles de esta vitamina están por debajo de lo normal. En ciertos casos, especialmente si hay sospechas clínicas más marcadas, puede solicitarse la medición directa de vitamina K1 en sangre, aunque este análisis no suele ser de rutina debido a su complejidad. Además de los estudios de laboratorio, el médico evaluará los síntomas que presenta la persona, su historia clínica, y si existen condiciones subyacentes que puedan estar interfiriendo en la absorción o metabolismo de este nutriente.
¿Qué alimentación es clave para los niveles de vitamina K1?
La forma más eficaz de restablecer los niveles de vitamina K1 es a través de una alimentación equilibrada, rica en alimentos frescos, especialmente vegetales de hoja verde. Entre los principales aportes naturales se encuentran la espinaca, acelga, rúcula, kale y lechuga, así como el brócoli, el repollo y las coles de Bruselas.
También son buenas fuentes los aceites vegetales como el de soja, canola y oliva. En menor medida, la palta y algunas frutas como el kiwi, las uvas, los arándanos y las ciruelas también contribuyen. Las hierbas frescas, como el perejil y la albahaca, aportan pequeñas cantidades adicionales. Dado que se trata de una vitamina liposoluble, es importante acompañar su ingesta con una fuente de grasa saludable —como aceite de oliva, frutos secos o palta— para mejorar su absorción intestinal y garantizar un buen aprovechamiento por parte del organismo.