¿Por qué el derrame de sal se relacionó con la mala suerte?
Derramar sal en la antigüedad podía ser visto como un desperdicio de un bien escaso y costoso. No era simplemente un accidente: implicaba la pérdida de algo valioso. Esa visión fue evolucionando hasta adquirir una connotación negativa, interpretada como un mal presagio.
A su vez, como la sal se compartía muchas veces entre varias personas, el derrame podía generar situaciones incómodas: no quedaba claro quién era el responsable, lo que aumentaba la tensión o el conflicto. Esa “culpa compartida” también contribuyó a la idea de que el gesto tenía consecuencias desafortunadas.
En ese marco, en algunas tradiciones populares europeas, se creía que pasar la sal tocando las manos podía "romper la amistad" o generar discordia. Por eso, todavía hoy se sugiere dejar el salero sobre la mesa para que la otra persona lo tome, como forma de evitar esa supuesta energía negativa. Pero, al igual que el derrame, esta creencia no tiene base científica ni lógica comprobable: es parte de un entramado cultural heredado.
Hoy, la superstición sigue viva en frases populares, gestos automáticos —como tirar sal por encima del hombro— o evitar pasársela en la mano. Pero no hay evidencia que respalde que estas acciones tengan algún efecto sobre la suerte. Lo que en otro tiempo fue una pérdida concreta, o una alerta simbólica, quedó transformado en una creencia que se transmite culturalmente sin cuestionarse.
Lejos de tratarse de gestos cargados de misterio, derramar sal o pasarla de mano en mano son simplemente reflejos de cómo ciertos elementos fundamentales en la historia de la humanidad terminaron formando parte del imaginario colectivo.