A veces son algunos minutos. La mayoría, horas. Liliana Rodríguez sostiene cuerpo a cuerpo a las mujeres que llegan al parto con ella. Cada sábado se encuentra con una vida nueva. Es el día en que hace sus guardias en el servicio de obstetricia del Hospital General de Agudos Cosme Argerich. Tiene 42 años y desde hace 20 asiste a las mujeres en ese momento único.
"La falta de contacto me resulta imposible porque lo fundamental para una mujer que está pariendo es el sostén: un abrazo, dar la mano, acompañar cada contracción. No puedo mantener la distancia, no puedo no acercarme a una mujer que está en trabajo de parto", dice Liliana a A24.com, tras haber conectado a sus tres hijos al zoom del colegio.
La partera se formó en ese centro de salud, donde entró en 2001 como residente de la carrera de licenciatura en obstetricia de la UBA. Desde que empezó la pandemia atendió a tres mujeres con covid. Dos de ellas eran asintomáticas. Se supo que cursaban la enfermedad cuando los recién nacidos ya estaban con sus madres.
Los tres fueron partos vaginales, algo que ella defiende, siempre que sea posible. "Para mí en este trabajo menos es más: hacer poco desde las prácticas obstétricas y mucho desde la contención", explica.
A las pacientes con síntomas las atienden las profesionales con más experiencia, como Liliana. La mujer que los tenía hizo 5 horas de trabajo de parto. "Fue un parto hermoso, sin episiotomía, ella estuvo sentada en el banquito, no eligió la posición acostada ", cuenta.
Se trata de un banco que -a diferencia de la posición tradicional en la camilla- permite a las mujeres estar sentadas en forma vertical y moverse según su necesidad. La beba ya tiene un mes.
El Argerich es uno de los 4 hospitales centrales porteños dentro del llamado anillo rojo donde se derivan la mayor cantidad de personas positivas. Una parte del servicio de ginecología y obstetricia se reasignó para el área de covid.
A diferencia de otras instituciones que lo vedaron tras el covid, allí se prioriza el derecho de las mujeres a estar acompañadas durante el parto. Al inicio de la pandemia lo plantearon desde su equipo y enseguida se resolvió. Puede entrar la pareja o persona que la paciente elija.
"Lo que más me pesa es ese tiempo del puerperio es una gran deuda que tenemos con las mujeres", confiesa Liliana. A pesar de ser un momento tan sensible y de gran desgaste físico como es el que se vive después de que nace un bebé, si el parto fue vaginal la madre queda en una habitación compartida con otras cuatro. Solo admiten que se quede un familiar durante el primer día en caso de una cesárea. "No nos da lo mismo, pero no queda alternativa para evitar contagios".
Las mamás que resultan positivas tras el test de coronavirus jamás se separan de sus bebés: quedan internados juntos.
Del 17 al 23 de mayo se conmemora la semana del parto respetado. Según Unicef Argentina se trata de "generar un espacio familiar donde la mamá y el recién nacido/a sean los protagonistas y donde el nacimiento se desarrolle de la manera más natural posible: que la mujer siga su propio pulso de parto evitando todo tipo de intervenciones innecesarias, así como a decidir la forma de controlar el dolor durante el parto".
Además, promueve el respeto a las particularidades de cada familia -según etnia, religión o nacionalidad- acompañándola a través de la toma de decisiones seguras e informadas.
En agosto de 2004 nuestro país aprobó la Ley Nacional Nº 25.929 de parto respetado que busca garantizar los derechos de las madres, los recién llegados y sus familias en el momento del nacimiento. Entre sus puntos centrales establece el derecho de la mujer a parir acompañada por una persona de su elección por los beneficios que significa para la salud del binomio madre-hijo.
Eran un espacio de calma entre entre cada alumbramiento. La hora del almuerzo o el descanso para compartir un mate es lo que Liliana extraña más. En el equipo donde trabaja hay dos obstetras y dos parteras. "Con mis compañeras de guardia somos amigas las cuatro. La convivencia es muy distinta ahora. Nos turnamos para comer de a dos, la sala de estar no da para que haya más personas".
Con ellas compartió el cambio en sala de partos del hospital. Liliana hizo una formación en esferodinamia, una técnica de trabajo corporal en la que se usan pelotas inflables muy benéfica para las embarazadas. Quería que las pacientes del hospital público tuvieran acceso a esas prácticas igual que lo tienen las mujeres que deciden usarlas en sus trabajos de parto en el ámbito privado.
Con sus compañeras armaron un espacio donde también usan otros elementos como las telas de suspensión -de donde las mujeres pueden tomarse al momento de pujar- o el banquito para "parto humanizado", para que puedan elegir lo mejor para ellas y no sólo lo más práctico para los médicos, como es la posición tradicional acostada. "La idea es dar chances para el libre movimiento. Que se muevan, respiren, confíen y se dejen llevar por lo que sientan hacer".
Cada domingo a la mañana Liliana entra a su departamento de Almagro y va directo a la ducha. Charly, su marido, es pediatra y neumonólogo. "En casa hay equipos de protección por todos lados", dice.
Guadalupe, de 11 años y los mellizos Malena e Ignacio, de 8, ya lo saben. No pueden acercarse hasta que no sale del baño, luego de haber dejado toda la ropa de trabajo y viaje separada. Fue difícil que se acostumbraran. "No te ven en 26 horas y llegan corriendo. Pero ahora esperan. Después sí, que me llenen de abrazos y besos".
"Lo que más me importa de mi trabajo es volver a casa, desde un parto privado donde acompañé a una mujer o de 24 horas de guardia, donde fueron varias, y saber que lo que hice hará que esa mujer y esa familia recuerden el nacimiento de su hijo con una sonrisa. Que, haya sido parto o cesárea, las mujeres recuerden ese nacimiento con felicidad".