Irregularidades en un hospital
El escándalo no solo puso en el centro de la escena a los responsables directos del jardín, sino que también reveló irregularidades graves en el hospital donde fueron atendidos los niños intoxicados. Allí se detectaron casos en los que los resultados de laboratorio fueron alterados para mostrar valores más bajos de plomo. El informe oficial señaló que el personal del centro médico incurrió en manipulaciones indebidas y que existía una seria falta de control interno, así como una evidente carencia de capacitación para tratar casos de contaminación con metales pesados.
Las investigaciones también apuntaron contra las autoridades educativas de la zona, que permitieron que el jardín funcionara sin licencia y sin supervisión. De hecho, se confirmó que durante al menos dos años no se realizaron inspecciones a instituciones privadas de nivel inicial en esa jurisdicción. Algunos funcionarios están sospechados de haber recibido sobornos por parte del inversor principal del jardín Peixin, lo que explicaría la omisión deliberada de los controles de rutina y la permisividad frente a las irregularidades del establecimiento.
El caso ya derivó en una causa penal impulsada por autoridades nacionales y generó una fuerte conmoción en la opinión pública. La magnitud de la intoxicación, el nivel de toxicidad involucrado y las múltiples fallas institucionales que permitieron que el hecho ocurriera reactivaron el recuerdo de otros escándalos alimentarios que marcaron a China en el pasado, como el de la leche contaminada de 2008, que afectó a miles de bebés en todo el país.