En el interior de un departamento familiar, Laura Leguizamón, de 49 años, asesinó a su esposo Adrián Seltzer (53) y a sus dos hijos, Ian (15) e Ivo (12), antes de quitarse la vida.
Villa Crespo, un barrio porteño acostumbrado al bullicio comercial y al ritmo cotidiano de la ciudad, quedó en estado de shock tras conocerse una de las tragedias más estremecedoras del último tiempo. En el interior de un departamento familiar, Laura Leguizamón, de 49 años, asesinó a su esposo Adrián Seltzer (53) y a sus dos hijos, Ian (15) e Ivo (12), antes de quitarse la vida.
El episodio, que sacudió a vecinos, conocidos y a toda la comunidad educativa a la que pertenecían los chicos, ocurrió en circunstancias que todavía son materia de investigación. Sin embargo, la principal hipótesis que manejan los peritos apunta a un brote psicótico de la madre, quien —según los primeros indicios— no tenía antecedentes psiquiátricos ni signos visibles de alteración emocional.
“Fue como si un rayo partiera una casa en dos, sin aviso”, graficó un vecino del edificio ubicado sobre la calle Lavalleja, que aún no puede creer lo ocurrido.
En medio del duelo colectivo y la cobertura mediática del caso, Rolando Russell, profesor de inglés de la familia y una figura cercana al núcleo familiar, decidió romper el silencio. En una entrevista televisiva brindada a Telenoche, ofreció un retrato de la familia que contrasta profundamente con el desenlace fatal.
“Era una familia normal, sonreían todo el tiempo. Nunca les vi ningún problema, los vi siempre felices”, afirmó Russell, visiblemente afectado.
Lo que más sorprende del relato es la aparente normalidad que envolvía el día a día de Laura, Adrián y sus hijos. No había gritos, ni conflictos notorios, ni actitudes que hicieran pensar en un desequilibrio emocional inminente. “Yo nunca vi nada raro”, repitió más de una vez.
Russell no es un docente tradicional. Tiene una historia de vida tan dura como inspiradora. Durante varios años vivió en situación de calle y trabajó como cartonero, pero su dominio del inglés —idioma que perfeccionó durante su estadía en Estados Unidos— lo llevó a convertirse en profesor autodidacta. En 2023, su historia fue compartida en televisión, donde conmovió a miles de televidentes, entre ellos, Laura Leguizamón.
“Me escribió por Instagram después de ver una nota mía. Me dijo que quería que les enseñara inglés a ella, a su esposo y a sus hijos”, contó Russell. Así comenzó una relación pedagógica y personal que duró varios meses.
Primero fueron clases para Laura y Adrián, que tenían planes de viajar a Estados Unidos. Luego se sumó Ian, el hijo mayor, quien mostraba un gran interés por aprender el idioma. Según recuerda el profesor, el último encuentro con ellos fue tres semanas antes del crimen.
Durante la entrevista, Russell compartió audios de voz que había recibido de Laura, apenas días antes del hecho. En uno de ellos, ella se disculpa por una clase cancelada:
“El sábado pasado tuvimos un problema, perdón que nadie te avisó. Pero este sábado seguro. Así que yo me encargo, no te preocupes.”
Otro mensaje, aún más cotidiano, habla de una donación que ella le ofrecía al profesor:
“Dale, listo. Son un montón de libros y después es algo de ropa, que es talle XL y quizás te puede servir. Bueno, gracias.”
Nada en su tono, ni en sus palabras, ni en su actitud, sugería que algo estaba por romperse. Ninguna señal de alarma, ninguna grieta evidente en el discurso amable y generoso.
¿Una señal oculta detrás del “problema”?
El único indicio —si se lo puede llamar así— que podría arrojar una mínima sospecha está en la frase “tuvimos un problema”. No se sabe a qué se refería Laura, ni si ese episodio tuvo relación con lo que terminó sucediendo días después. Lo cierto es que, para Russell y para todos los que conocieron a la familia, la tragedia fue absolutamente inesperada.
La escena del crimen, descrita como espeluznante pero limpia, no presentó signos de forcejeo ni participación de terceros. Según fuentes policiales, los cuerpos fueron hallados en distintas habitaciones del departamento. Se presume que Laura utilizó un arma blanca para cometer los homicidios y luego se suicidó.
Los investigadores trabajan con la hipótesis de que la mujer sufrió un brote psicótico agudo, posiblemente vinculado a una crisis emocional no detectada. La familia no tenía denuncias previas por violencia doméstica, ni se había reportado actividad sospechosa en el entorno.
“Nada hacía prever esto”: la incredulidad de un entorno que no vio señales
La conmoción también llegó a los ámbitos escolares de Ian e Ivo. En la escuela a la que asistían, los docentes y compañeros no ocultaron su dolor y confusión. “Eran chicos educados, tranquilos, siempre participativos. Estamos destruidos”, dijo una maestra.
En redes sociales, decenas de usuarios compartieron recuerdos con los chicos y enviaron condolencias. Muchos de ellos también expresaron la misma idea: “Nada hacía prever esto.”
El caso abre una vez más el debate sobre salud mental, la detección de señales de alarma y el estigma alrededor de los trastornos psicológicos. ¿Cuántas personas atraviesan crisis sin ser escuchadas o sin tener espacios de contención adecuados? ¿Cómo intervenir cuando no hay señales visibles? ¿Qué herramientas tenemos como sociedad para prevenir tragedias como esta?
El silencio, la aparente calma, la amabilidad de los mensajes: todo se convirtió en parte del misterio que rodea a este horror. La búsqueda de respuestas recién empieza.
Días después del hecho, el edificio permanece con custodia policial, mientras se realizan pericias complementarias. En el barrio, los vecinos dejaron flores en la entrada, junto a un cartel que dice: “No entendemos nada. Pero no los vamos a olvidar.”
Una familia entera se desvaneció en una tragedia que nadie vio venir. Un crimen que deja preguntas sin respuestas y una herida abierta en la comunidad.