CONMOCIÓN

La carta que escribió el esposo de la oficial de policía antes de matar a su hijo de 4 años y las denuncias que nadie escuchó

Gustavo Suárez, de 48 años, vecino de Coronel Suárez y trabajador transportista, condujo su camión Mercedes Benz por la ruta 60 hasta detenerse en un descampado cercano al acceso a la localidad. Con él viajaba su hijo Francisco, de apenas 4 años, un nene que, según las autoridades, era el centro de una prolongada disputa familiar y judicial.

La carta que escribió el esposo de la oficial de policía antes de matar a su hijo de 4 años y las denuncias que nadie escuchó

En la madrugada de este martes, la pequeña localidad bonaerense de Huanguelén quedó envuelta en una conmoción que aún estremece a sus habitantes y a toda la región. Gustavo Suárez, de 48 años, vecino de Coronel Suárez y trabajador transportista, condujo su camión Mercedes Benz por la ruta 60 hasta detenerse en un descampado cercano al acceso a la localidad. Con él viajaba su hijo Francisco, de apenas 4 años, un nene que, según las autoridades, era el centro de una prolongada disputa familiar y judicial.

El clima desolador que reinaba en ese sector rural apenas anticipaba la tragedia que estaba por desencadenarse. De acuerdo con la reconstrucción policial, después de estacionar el vehículo, Suárez realizó una llamada telefónica que cambiaría para siempre la vida de su familia. Marcó el número de su exmujer, Daiana García, sargento de la Policía Comunal, y le confesó que planeaba matar al nene y luego quitarse la vida. Le dio así un último aviso, una advertencia desesperada que, aunque inmediata, no pudo evitar el desenlace fatal.

El llamado que activó la alerta policial

El testimonio de García resultó crucial para comprender la secuencia de los hechos. La mujer, de 35 años, aseguró que Suárez no solo la había llamado, sino que también había publicado en sus redes sociales un mensaje macabro, anticipando lo que estaba a punto de hacer. Para ella, el temor no era nuevo: arrastraba meses de denuncias, pedidos de ayuda y medidas cautelares que nunca fueron sostenidas en el tiempo.

Apenas cortó la comunicación, García envió un móvil policial al punto exacto donde sabía que Suárez se había detenido. El camión era inconfundible y las coordenadas no ofrecían margen de duda. Los agentes llegaron en pocos minutos, pero la escena que encontraron dentro del vehículo se convertiría en una imagen devastadora para todos los involucrados.

La escena del crimen

Los efectivos hallaron a Gustavo Suárez sin vida, con un disparo en la cabeza. Su hijo Francisco también tenía una herida de bala, aunque aún presentaba signos vitales. Los policías actuaron de inmediato: retiraron al niño por la puerta del acompañante y lo trasladaron de urgencia al hospital local. Médicos y enfermeros lucharon contra el tiempo, pero las lesiones eran demasiado graves. El pequeño murió horas más tarde, sumando un capítulo desgarrador a un caso ya marcado por el horror.

Dentro del camión, los investigadores encontraron manchas de sangre, desorden y una pistola calibre .22, la misma con la que Suárez habría ejecutado el crimen y posteriormente se habría suicidado. La dinámica de los hechos no dejó dudas sobre lo ocurrido. El caso quedó caratulado como “homicidio agravado por el vínculo seguido de suicidio”, un delito que refleja la máxima gravedad en el ámbito penal argentino.

La causa quedó en manos de la UFI N°5 del Departamento Judicial de Bahía Blanca, conducida por el fiscal Jorge Viego, quien ya ordenó múltiples pericias y la recolección de testimonios para determinar qué falló en la red de contención institucional que debió haber protegido al menor.

Un historial de violencia que no fue detenido

Denuncias cruzadas y medidas que no prosperaron

La tragedia no surgió de la nada. Según el parte policial, existían antecedentes de violencia familiar entre Suárez y García, un historial que arrastraba tensiones, denuncias y medidas judiciales que, sin embargo, no consiguieron frenar la escalada.

El 7 de noviembre, Daiana García presentó una denuncia formal contra Suárez y solicitó una medida de restricción de acercamiento, alegando situaciones de violencia que ponían en riesgo tanto su integridad como la del niño. Pero apenas cuatro días más tarde, el proceso judicial tomó un giro inesperado: el Juzgado de Garantías N°3, a cargo del juez Alberto Antonio Manzi, rechazó la medida, derivó el caso al Juzgado de Paz y dispuso la intervención del Servicio Social local.

Esa misma jornada, el Servicio Local pidió medidas de protección para Francisco, entendiendo que el niño se encontraba en un contexto de vulnerabilidad emocional y material. El 14 de noviembre, el Juzgado de Paz resolvió dictar un “cese de medidas de perturbación” y dispuso que el menor mantuviera contacto con su padre. El argumento fue que “no existía riesgo extremo”, una frase que hoy resuena con una fuerza estremecedora.

Estas decisiones revelan un entramado burocrático que, lejos de actuar con firmeza, dejó vacíos que terminaron en una tragedia. Las medidas cautelares, además, habían vencido el 4 de diciembre, solo un día antes del crimen. El sistema judicial, en términos de protección, falló en todos los niveles.

La carta que anticipó el horror

Advertencias ignoradas

Minutos antes del asesinato, Suárez volvió a dejar señales claras de lo que iba a hacer. Publicó un estado de WhatsApp describiendo la decisión que estaba a punto de tomar. No solo buscó impactar emocionalmente, sino que convirtió su acto violento en un último mensaje de reproche hacia su expareja.

Pero además, dejó una carta manuscrita, extensa y cargada de manipulación emocional, en la que intentó justificar su accionar. Allí, en un tono que mezclaba resentimiento, desesperación y violencia psicológica, Suárez escribió:

“Nos vamos con Fran así estás tranquila. Te propusimos que no te fueras y lo hiciste igual. No te importó el amor de tu hijo”.

La nota continúa, mostrando la construcción de un discurso centrado en la posesión del niño y la idea de que él podía decidir sobre su vida:

“Me voy con mi bebé, porque prometí cuidarlo y así lo haré. Él va a estar junto a mí, donde sea que estemos y no en una vida de mierd… Te lo dije, el que ríe último, ríe mejor, y no me escuchaste”.

Finalmente, concluye con una frase que revela la dimensión extrema de su pensamiento:

“Yo lo voy a seguir cuidando y vos no lo vas a volver a ver nunca más. Ahora no nos llores… las víctimas de tus mentiras fuimos siempre nosotros. (…) No vale la pena despedirnos, porque no te lo merecés”.

Cada palabra deja al descubierto un perfil controlador y violento, centrado en el castigo emocional. Para los investigadores, el contenido de la carta confirma que el hecho no fue un impulso sino un crimen premeditado, planificado y anunciado.

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Un sistema que volvió a fallar

La muerte de Francisco reaviva el debate sobre la falta de eficacia en la protección de víctimas de violencia familiar en la Argentina. Las decisiones judiciales fragmentadas, la falta de seguimiento obligatorio y la ausencia de evaluación de riesgo en profundidad vuelven a quedar en evidencia. La cadena institucional que debía proteger al niño se rompió, y un padre con antecedentes, denuncias y señales claras de desequilibrio quedó en libertad de actuar.

Para especialistas en violencia de género y violencia vicaria —aquella ejercida contra los hijos para dañar psicológicamente a la madre—, este caso es una expresión devastadora de un patrón que se repite en distintos puntos del país. Francisco terminó siendo un niño utilizado como herramienta de revancha, víctima de un mecanismo perverso que encuentra grietas en sistemas que deberían proteger a los más vulnerables.

Investigación y próximos pasos

La Justicia ahora deberá reconstruir no solo la secuencia del crimen, sino también los fallos previos. El fiscal Viego anticipó que se evaluarán las decisiones de los juzgados involucrados, las intervenciones de los servicios locales y la falta de medidas de seguridad reforzadas.

La autopsia del cuerpo de Suárez y de su hijo será fundamental para determinar los tiempos exactos, la posición de las víctimas y detalles adicionales que permitan cerrar la reconstrucción. Sin embargo, para la comunidad de Coronel Suárez, el daño ya está hecho: un nene de cuatro años fue asesinado y una madre quedó desolada ante una tragedia que intentó evitar en múltiples oportunidades.

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