Valeria cuenta que su compañera de trabajo, Érika Hernández, la había llamado para advertirle sobre un paquete que había llegado al salón. El repartidor no quiso entregárselo a otra persona, insistiendo en que debía dárselo a Valeria en persona y fotografiar el momento.
"Hoy estaba haciendo unas cosillas, y me marca Érika y me dice: ‘Oye bebé, es que te traen algo, pero te lo quieren entregar a tí’. Yo le respondí: ‘Ah, pues llego como en una hora’, y le dijeron que mejor esperaban a que yo llegara porque es ‘algo muy costoso’”, explicó en el video.
La escena, ya inquietante, dio un giro más oscuro cuando Valeria, con tono medio en broma, medio en serio, lanzó una frase que hoy resuena como una trágica premonición:
“¿Me iban a levantar, o qué? Me quedé preocupada… A lo mejor me iban a matar a mí”.
Minutos después, ese temor se volvió realidad.
El instante del crimen
Durante los últimos segundos de la transmisión, se ve a un hombre ingresar al salón. Se acerca a Valeria, le pregunta: “¿Sos Valeria?”, y ante su respuesta afirmativa, le dispara tres veces a quemarropa. La joven cae desplomada, mientras el teléfono, aún grabando, queda apuntando al suelo.
Pero es lo que sucede a continuación lo que ha despertado nuevas preguntas. Una figura femenina se acerca al teléfono, lo toma con firmeza y detiene la transmisión. No hay gritos. No hay llanto. No hay desesperación. Solo una acción directa y controlada.
La mujer que aparece en esos últimos segundos fue identificada como Érika Hernández, compañera de trabajo de Valeria y la misma que la había llamado minutos antes para advertirle del supuesto regalo.
¿Quién es Érika Hernández?
Érika trabajaba junto a Valeria en el salón de estética, y su voz incluso puede escucharse durante el video. Cuando Valeria narra la situación del supuesto paquete costoso, Érika interviene para aportar más detalles.
"El tipo llegó y preguntó por Valeria. Pensó que era yo, pero cuando le dije: ‘Valeria no se encuentra’, no me lo quiso dejar porque dijo que le habían pedido que te tomara una foto cuando lo recibieras”, explicó Hernández.
En la grabación, ambas se muestran desconcertadas, y Valeria incluso pregunta si el sujeto venía en moto, como si intentara entender si se trataba de un repartidor común. Pero el relato, ahora en retrospectiva, sugiere que el paquete era solo una excusa para localizar a la influencer y ejecutar el crimen.
Según testigos y lo registrado en cámara, Érika fue la última persona en interactuar con Valeria antes del disparo y también la responsable de apagar la cámara.
La actitud que desconcierta
Más allá de su presencia en el lugar, lo que más ha llamado la atención de los investigadores y usuarios en redes sociales es la actitud de Érika tras el crimen. En el video se observa su rostro por unos breves segundos mientras se inclina hacia el celular. No parece alterada ni horrorizada. Su expresión es serena, casi impasible.
Esa reacción —o la ausencia de una reacción emocional fuerte— ha hecho que muchos en internet comiencen a especular: ¿Sabía Érika lo que iba a pasar? ¿Estaba involucrada? ¿O simplemente entró en estado de shock?
Por ahora, las autoridades no han confirmado ninguna hipótesis oficial sobre la posible implicancia de la mujer en el asesinato. Sin embargo, fuentes cercanas a la investigación afirman que su testimonio ha sido clave para reconstruir los momentos previos al crimen.
Un asesinato premeditado
Todo indica que el homicidio fue planeado. La insistencia del asesino en entregar el paquete en persona y fotografiar a Valeria al recibirlo muestra una táctica cuidadosamente elaborada para asegurar su identidad antes de matarla. El salón, un espacio donde Valeria se sentía segura, fue utilizado en su contra.
El agresor no robó nada. No huyó con pertenencias. Solo disparó y se marchó. La frialdad de la ejecución es una de las razones por las cuales los investigadores creen que se trató de un crimen por encargo, posiblemente motivado por celos, rivalidades o amenazas previas.
La conmoción en redes sociales
En TikTok, Instagram y otras plataformas, el video del asesinato fue compartido, analizado y comentado por miles de personas. Aunque muchas cuentas ya han eliminado el contenido por su naturaleza gráfica, algunos fragmentos todavía circulan, alimentando teorías y debates.
El nombre de Valeria Márquez se convirtió en tendencia. Numerosos creadores de contenido, colegas del ámbito de la belleza y fans exigieron justicia y una investigación transparente para esclarecer lo ocurrido.
El impacto en la comunidad de influencers
La muerte de Valeria abrió un nuevo capítulo de reflexión sobre la exposición de los creadores de contenido. Su caso no es el primero en el que un influencer sufre amenazas o ataques, pero sí uno de los más estremecedores por haberse transmitido en vivo.
Especialistas en seguridad digital advierten que muchos creadores se encuentran en situaciones de vulnerabilidad, especialmente cuando su ubicación es pública o cuando comparten detalles de su rutina en tiempo real.
“El streaming en vivo tiene un poder inmenso, pero también un riesgo importante”, comentó un experto en ciberseguridad. “Estás expuesto, literalmente, al mundo entero, en tiempo real”.
¿Qué sigue?
Mientras la investigación continúa, las autoridades analizan todas las pruebas audiovisuales y testimoniales. La presencia de Érika Hernández en el lugar y su papel en los momentos previos y posteriores al crimen están bajo la lupa.
El asesino, cuya identidad aún no fue revelada oficialmente, habría sido captado por las cámaras de seguridad del local y de la calle, lo cual podría ser clave para dar con su paradero.
La familia de Valeria, por su parte, pide respeto y justicia, al tiempo que ha solicitado que no se difundan imágenes explícitas del momento del crimen.
Una comunidad en duelo
Valeria Márquez era más que una influencer. Para muchos de sus seguidores, era una fuente de inspiración, alegría y autenticidad. Su asesinato no solo dejó un vacío entre quienes la seguían a diario, sino también una alerta sobre los peligros ocultos detrás de la fama en redes sociales.
La transmisión en vivo que documentó sus últimos minutos de vida se convirtió en un símbolo trágico de la vulnerabilidad de los influencers, y un recordatorio brutal de que el mal, incluso en la era digital, puede tocar a cualquiera, en cualquier momento.