Con 22 años, una joven empresaria viaja por primera vez fuera del país a representar a la firma que había fundado su abuelo, con la convicción cerrar contratos comerciales.
Con 22 años, una joven empresaria viaja por primera vez fuera del país a representar a la firma que había fundado su abuelo, con la convicción cerrar contratos comerciales.
“El mercado interno estaba cerrado por una crisis económica que se avecinaba en el 2000. Viajé en una comitiva de Cancillería a Sudáfrica, México y Estados Unidos. Solo tres compañías logramos establecer relaciones comerciales durante ese viaje: por suerte fuimos una de ellas", destaca Lorena Piazze, Directora Comercial de VidPia.
"Ese salto nos permitió no solo sobrellevar una de las peores crisis económicas del país, sino también crecer cinco veces en 2003 y volver a crecer otras quince durante la década siguiente”, recuerda la ejecutiva.
“Participar de esa misión comercial fue una iniciativa espontánea. Me tomé un colectivo desde Córdoba, me metí en las oficinas de Cancillería y les expliqué nuestra situación. Teníamos productos que no se conseguían acá, pero nadie a quien ofrecérselos”, explica.
Y agrega: “A partir de esos viajes, empezamos a ganar licitaciones de proyectos como aeropuertos internacionales y obras públicas vinculadas al transporte, como las paradas de colectivos de Miami y del Metrobus porteño, lo que nos convirtió en la principal empresa de multiprocesado de cristales del país”.
Ella, su hermana y dos primos comenzaron a trabajar allí durante la década de 1990 y, hoy, los cuatro son directores con áreas a cargo bien definidas.
A ellos se suman su padre y su tío, la segunda generación que aún se desempeña dentro de la empresa.
Lorena está desde los 17 años en la empresa. Pero que la empresa fuera de su familia no la llevó a pensar que no era necesario prepararse.
Por eso estudió Administración de Empresas con orientación en Marketing, se recibió de contadora, se especializó en comercio exterior y se diplomó en recursos humanos.
Pero ella no fue la única. “Mi hermana, mi prima, mi primo y yo hicimos una apuesta fuerte a la profesionalización de la firma”, subraya Piazze.
Y acota: “Ahora, hacemos planes de negocios a 5 y 10 años, proyectamos ampliaciones, compra de maquinaria e ingreso a nuevos mercados externos. Todo con mucha anticipación”.
“Hoy en día empleamos a casi 300 personas, y pudimos expandirnos con nuestra planta industrial a unos 13.000 metros cuadrados, siendo la primera de multiprocesado de cristales especiales de arquitectura y un modelo propio de distribución y logística”, enfatiza Piazze.
En su momento, la empresa se llamaba Vidrios Piazze, fundada en 1948 por Jorge Piazze, el abuelo de Lorena.
Así como su nieta lo hizo en el 2000, la historia de su abuelo cambió cuando a los 18 años emprendió un viaje. Piazze dejó Génova y se instaló en la Argentina.
Su primer trabajo fue en una vidriería, en la provincia de Mendoza, donde además de aprender el oficio vio la oportunidad de empezar un negocio propio. Luego, por problemas de salud debió migrar a Córdoba, donde invirtió sus ahorros en el sector que mejor conocía: el vidrio. Y decidió fundar una empresa que llevó su nombre hasta 1980.
“Apenas llegado a la ciudad, lo primero que hizo fue tomarles las medidas de las ventanas a todos los vecinos, para convertirse en su vidriero de confianza. Las primeras estrategias comerciales de la empresa familiar. Pero además acordó con las fábricas de colectivos que haría todos los cristales de las unidades gratis si a cambio le dejaban grabar su marca sobre ellos. Era imposible subirse a un colectivo y no ver el nombre de mi abuelo”, rememora.
Hoy ya el control lo tiene la tercera generación familiar. La empresa VidPia la dirigen Lorena, junto a Ángela y Romina Piazze.
“Era un tipo muy inquieto y tenía mucha habilidad para encontrar un negocio y hacerlo crecer”, declara Lorena.
Fue así hasta la década del 80, la principal actividad fue vender, distribuir e instalar vidrio arquitectónico.
Pero ese año la compañía tuvo la oportunidad de armar una planta industrial integrada con las diferentes líneas de cristales especiales de arquitectura, y sus hijos, Hugo y Osvaldo, se incorporaron al negocio. Fue así cuando la empresa cambió el nombre a VidPia.
Exportar fue la solución, pero era costoso, por eso lo que se hizo fue exportar como un consorcio, o sea alinearse con otras empresas, para representarse mutuamente en el exterior.
Ingresaron al mercado chileno, aliándose con sus pares cordobeses de otras industrias con la misión de exportar.
Era otro momento y otra forma de hacer negocios: en ese entonces había que viajar y conocer personalmente a los clientes, “pero no todos podían costear ocho viajes hasta cerrar una venta”, aclara.
Así que las cinco empresas que formaban el grupo decidieron convertirse en los representantes comerciales de los otros: “Cada uno se aprendió de memoria los productos de los demás para vender los productos de todos”.
Gracias a ese acuerdo, VidPia llegó a vender entre dos y tres camiones de 24 toneladas de vidrio por semana a Chile.
“Pasamos crisis de todo tipo y siendo una empresa muy distinta en cada caso. Cuando fuimos una empresa chica, teníamos mucha menos espalda para afrontarlas, pero también mucho menos que perder. Cuando empezamos a crecer, tuvimos más seguridad para arriesgarnos, pero sentimos el peso de la responsabilidad de ser fuente de trabajo de tantas familias”, afirma.
“Haber aprendido a crecer y transformarnos de empresa comercial a distribuidora e industrial, en contextos tan diferentes y cambiantes, es uno de los grandes hitos de la empresa. Pasamos de ser un negocio chico a un negocio grande, esto hubiera sido impensable sin el legado de innovar constantemente que nos dejó mi abuelo”, finaliza.