Algunas victorias han sido impresionantes: la leucemia infantil, que antes era prácticamente una sentencia de muerte, hoy tiene una tasa de supervivencia a cinco años superior al 90%. Pero la mayoría de los logros no llegaron por grandes descubrimientos aislados, sino por la suma de miles de mejoras modestas en prevención, detección precoz, cirugía y tratamiento.
Tres motores del progreso
Prevención efectiva: Uno de los éxitos menos reconocidos ha sido la prevención. En los países ricos, la drástica caída del tabaquismo evitó más de 3 millones de muertes por cáncer solo en Estados Unidos desde 1975. Dado que fumar sigue causando una de cada cinco muertes por cáncer en el mundo, extender campañas antitabaco a países de ingresos bajos y medios podría tener un enorme impacto global.
Vacunas y acceso equitativo a medicamentos. Un caso paradigmático es el del cáncer de cuello uterino, causado casi en su totalidad por el virus del papiloma humano (VPH). Desde que el Reino Unido comenzó a vacunar a adolescentes en 2008, las tasas de este tipo de cáncer en mujeres jóvenes se redujeron un 90%. Hoy, gracias a una versión más económica desarrollada en India, ese mismo modelo se aplica en campañas masivas en países con menos recursos.
Ciencia de vanguardia al servicio clínico: El futuro pasa por la detección ultra temprana. Los investigadores trabajan para identificar a personas con alto riesgo genético o con células precancerosas que podrían malignizarse. Biobancos con miles de muestras de tejido y nuevas tecnologías permiten observar cómo se activan y desactivan genes en células vivas. El objetivo: tratar a tiempo, con precisión, y evitar terapias agresivas innecesarias.
Entre las herramientas emergentes, se destacan biomarcadores en sangre y aliento, algoritmos de riesgo, e incluso el uso de medicamentos comunes con potencial anticancerígeno. La aspirina, por ejemplo, parece reducir a la mitad el riesgo de cáncer de colon en personas con síndrome de Lynch. Otros fármacos como la metformina (para diabetes) o los agonistas del receptor GLP-1 (como Ozempic) también muestran efectos prometedores.
El futuro: inmunoterapia y vacunas personalizadas
La oncología también está experimentando una revolución inmunológica. Nuevas terapias buscan estimular el sistema inmune para que ataque las células cancerosas. Algunas vacunas experimentales están diseñadas para combatir tumores ya existentes; otras, más preventivas, podrían eliminar células precancerosas antes de que generen un tumor. Actualmente, se desarrollan ensayos clínicos para vacunas contra el cáncer de mama y colon.
Aunque el panorama no es perfecto —los tratamientos son costosos, las farmacéuticas enfrentan demandas por efectos secundarios y aún persisten amenazas presupuestarias, como los recortes en el Instituto Nacional del Cáncer de EE.UU.—, el balance general es positivo. Europa y China también impulsan avances, con China superando recientemente a Estados Unidos como líder en investigación oncológica.
La batalla está lejos de terminar, pero está lejos también de ser un fracaso. La mortalidad ajustada por edad sigue disminuyendo, y las herramientas actuales permiten soñar con un futuro en el que el cáncer, sin dejar de ser un desafío, pueda ser prevenido, detectado a tiempo y, cada vez más, curado.