El agro es un sector de límites imprecisos. Una cosa es lo correspondiente a las economías regionales y otra lo que se refiere a la economía de la llanura y pampeana, mayormente de producción extensiva.
El punto a destacar, en este segundo caso, es que su cadena de valor tiene diferentes eslabones con intereses encontrados y responsabilidades diferentes, a la hora de formar precios finales. No es lo mismo, por ejemplo, la granja de engorde de pollos ni el feed-lot de novillos que el campo que produce maíz. Y las intervenciones estatales actúan, para los dos primeros casos como redistribuidores de ingresos a favor de éstos y del Estado y en desmedro del productor de este cereal.
En la cadena de valor, el eslabón agrícola ganadero es el que sufre permanentes obstrucciones en su andar. Pese a la probada lucha por elevar su competitividad, la política económica tiende a culparlo de grandes males, cuya raíz se encuentra, en rigor, en el comportamiento populista de los gobiernos. De allí surgen burócratas que, bañados de soberbia, pretenden saber más que el mercado y que, con sus elaboradas intervenciones, tienden a encarecer los productos y reducir el salario real.
La producción de carne vacuna está ahora en el banquillo. El cepo “light”, al que ha quedado sometida la cadena de la carne, ataca directamente al eslabón sin que ello signifique una corrección sobre los desvíos, las evasiones y las corruptelas que registran aquellos eslabones próximos al consumidor. Pocas dudas caben, a medida que pase el tiempo, la producción decrecerá.
Resulta curioso, también, el argumento oficial sobre que hay que cuidar la mesa de los argentinos. Se sabe que nuestro país es el primer exportador del mundo de aceite de soja y de harina de soja. Y además, el tercer exportador de poroto de soja. Sin embargo, estos productos son los que están más gravados -con una alícuota superior al 30%- pese a que su incidencia, dado que casi todo es exportado, sobre los precios en el mercado interno es bajísima.
En contra de las ventajas comparativas, se continúa con la aplicación de medidas que paradójicamente acentúan la pobreza y atacan la capacidad productiva de aquellos agentes en condiciones de dar una ágil respuesta para solucionar el problema del hambre y activar la economía argentina.
Evidentemente, la tendencia electoralista, a la hora de tomar decisiones, induce al Gobierno a caminar por el sendero equivocado.
El autor es Economista. Profesor del Master de Agronegocios de la UCEMA
Las opiniones expresadas son personales y no necesariamente representan la opinión de la UCEMA.