Efemérides

Mary Shelley, la mujer detrás del monstruo

Frankenstein nació de la pluma de Mary Shelley en una época en donde las mujeres que escribían no eran tomadas en serio. Ella, a contra corriente, creó uno de los personajes más icónicos en el mundo del horror. Personaje que traspasaría generaciones hasta quedar inmortalizado. Pero, ¿cómo fue que Dr. Frankenstein y su monstruo llegaron a la cabeza de Mary? Te contamos la historia
Kristel Freire
por Kristel Freire |
Mary Shelley, la mujer detrás del monstruo
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Hay dos cosas que aclarar antes de contar esta historia. Mary Shelley no escribió un único libro, como cree la mayoría, y segundo, Frankenstein es el apellido del doctor que creó al monstruo, no el nombre del monstruo. Con estas dos cosas claras, podemos seguir con la aventura de una mujer que, siguiendo los pasos de su madre, rompió paradigmas y construyó uno de los personajes más trascendentales de la literatura de ficción.

Frankenstein o el moderno Prometeo es un hijo digno del romanticismo. En la criatura y en la narrativa de Shelley se puede ver la exaltación de yo, el individualismo del genio creador, aunque en un principio el libro haya sido publicado sin nombre; en esa representación de la sociedad persecutora y la criatura horrible está Mary Shelley, con su condena por meterse con un hombre casado, con las partes de ella que entrañaban un contexto imposible, en todo su escrito está su nombre.

"En el hombre se reúne criatura y creador", dijo Nietzsche en Más allá del bien y el mal, además de argumentar que el ser humano no busca la verdad, porque la verdad no existe; la verdad se construye entre muchos, lo que el hombre busca es el error. Fue el romanticismo donde la eterna dicotomía entre lo apolíneo y lo dionisiaco se puso en pelea otra vez, y es justamente Nietzsche quien promueve esta discusión que Mary Shelley construye en su obra.

¿Es el mal la criatura de aspecto tenebroso, creada a partir de cadáveres, o el Dr. Frankenstein por intentar ser Dios? La discusión, como la del bien y el mal o la de lo apolíneo y dionisiaco, es eterna. Posiciones y verdades. Verdades compartidas por la mayoría que vienen a postularse como verdades oficiales, pero no dejan de ser posiciones subjetivas. Porque de eso se trataba el romanticismo, de engendrar de la forma más emarañada la subjetividad.

Lord Byron, cabeza y figura del romanticismo británico, fue quien puso la semilla. Lord Byron retó a los Shelley y John Polidori a escribir una historia de terror. Polidori completó la historia y Mary Shelley inició el borrador de lo que sería Frankenstein o el moderno Prometeo llevada por la idea de algunas investigaciones de las que conocía sobre el uso de la electricidad para revivir cuerpos inertes.

El libro salió con un prólogo firmado por el marido de Mary, y por eso, al principio todos creyeron que esa historia la contaba él. No era una época donde las mujeres podían escribir novelas, menos de terror. Pero Shelley era hija de una feminista. Y no se iba a dejar amedrentar por los paradigmas de la época. Mary Shelley le puso cara al libro ante el asombro de la sociedad conservadora, que no se decidía entre aplaudirla o condenarla.

Shelley vivió varias penas, entre la pérdida de casi todos sus hijos, el suicidio de la esposa de su amante, el rechazo de su padre ante sus elecciones y la pelea por ser reconocida como una escritora seria en un mundo donde las mujeres no podían o, mejor dicho, no debían trabajar. Sin embargo, gracias a su posición firme y su convicción de que uno debe hacer lo que ama, hoy la literatura de ficción está llena de escritoras que deben pelear menos (que en aquella época) por sobrevivir en la industria.

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