Alejandra "Locomotora" Oliveras falleció a los 47 años tras sufrir un ACV. Su vida fue una historia de lucha: desde el abuso y la pobreza hasta convertirse en seis veces campeona del mundo y abrir gimnasios para jóvenes sin recursos.
Alejandra “Locomotora” Oliveras murió a los 47 años, tras haber estado internada durante 14 días por un ACV. Detrás del nombre que llenó estadios y levantó cinturones, había una historia marcada por la superación, la violencia y una convicción inquebrantable.
Nacida en Alejandro, un pueblo de Córdoba, la vida de Oliveras fue dura desde el inicio. En su adolescencia, quedó embarazada de su primer hijo y convivió con un hombre que la golpeaba incluso durante el embarazo. La situación llegó al límite cuando, a solo diez días del parto, ese mismo hombre golpeó a su hijo recién nacido. Ese episodio fue el quiebre: armó una bolsa con lo poco que tenía, agarró a su hijo y volvió con sus padres y hermanos a su pueblo natal.
La decisión de aprender a pelear nació de la necesidad de defenderse. Oliveras comenzó a entrenarse en secreto en la pequeña pieza donde vivía. Su primer combate no fue en un estadio, sino en un evento improvisado que se organizó después de que bromeara al aire en la radio en la que trabajaba diciendo que quería pelear. La escuchó un boxeador que le propuso organizarle una pelea. Un mes más tarde, frente a una vecina conocida como "La Yarará", obtuvo su primera victoria.
Su primer gimnasio fue en Adelia María, donde el entrenador le dijo que no estaba en condiciones “ni de pelear con su sombra”. Pero su espíritu nunca se doblegó. A fuerza de perseverancia, derrotó a rivales en toda la región, aunque el respeto no llegó fácil: muchos hombres la subestimaban, la maltrataban y hasta uno llegó a escupir al suelo frente a ella.
La gran consagración llegó en 2006 cuando ganó su primer título mundial del Consejo Mundial de Boxeo (WBC). Pero como en toda su vida, los golpes no solo vinieron desde el ring. Diez días antes de viajar para esa pelea, descubrió que su pareja la engañaba con su propia hermana. Lejos de derrumbarse, volcó su dolor en el entrenamiento. Ganó la pelea, pero al volver al país, sufrió un nuevo revés: le robaron los 2.800 dólares del premio.
En total, Oliveras ganó seis títulos mundiales en cinco categorías distintas, convirtiéndose en una de las boxeadoras más laureadas del país. Su historia la convirtió en un símbolo de lucha y superación.
Retirada de la competencia, se enfocó en devolverle al deporte todo lo que le había dado. En 2018 abrió dos gimnasios en Santa Fe. Uno de ellos funcionaba de forma gratuita, destinado a chicos sin recursos. Pero impuso una regla clara: para entrenar, había que presentar la libreta escolar y demostrar que estaban estudiando.
Dos de sus hijos trabajaban con ella en el otro gimnasio. Para Oliveras, el boxeo era una herramienta de transformación social. Lo había sido para ella, y quería que lo fuera para otros.
Locomotora Oliveras no fue solo una campeona mundial. Fue una mujer que resistió la pobreza, la violencia y la traición. Que eligió convertir el dolor en fuerza. Que no dejó que su historia terminara en tragedia. Y que, incluso después de su muerte, sigue siendo ejemplo.
Falleció el 28 de julio, tras 14 días internada por un ACV. Pero su legado sigue latiendo en cada golpe de quien pelea por una vida mejor.
