Pocas duplas se entendieron y se complementaron tan bien. Palermo ganó 14 títulos con Boca (6 locales y 8 internacionales). Riquelme fue 11 veces campeón como futbolista en el club del que es hincha (5 campeonatos domésticos y 6 internacionales). De esos logros, 8 los consiguieron juntos, fortaleciéndose en la magia de Román y en los goles de Martín: Apertura 98, Clausura 99, Apertura 2000 y 2008, Libertadores 2000 y 2007 y Recopa 2008.
¿Cuándo se rompió definitivamente ese buen vínculo?
"La diferencia entre Riquelme y Palermo es que Martín, con 34 años, hace la pretemporada a la par de los chicos que tienen 17 años y es un jugador que ganó todo con Boca. Palermo nunca tuvo una mala cara para trabajar, siempre está primero a la punta del grupo. Y si se hace 10 pasadas (vueltas alrededor de la cancha), puede que él no esté en la punta, pero hace las 10”, declaró en octubre de 2008 el paraguayo Julio Cáceres, que había llegado hace poco a Boca.
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Cáceres y Palermo tenían mucha afinidad.
Cáceres y Palermo tenían mucha afinidad.
Riquelme le respondió: “por algo se fue mal de todos los equipos”. Días después, el defensor pidió disculpas, jugaron el Superclásico, Boca ganó, se abrazaron, pero fue la mecha que detonó la relación entre el 9 y el 10. Román entendió que Cáceres habló por boca de Martín y el distanciamiento fue cada vez más profundo. Fuera de la cancha, dentro de ella, continuaron como una dupla letal.
¿Hubo cortocircuitos antes? Claro que sí. En el 2000, dos días antes de jugar la Copa Intercontinental ante Real Madrid, Palermo le pidió a Bianchi que ponga a Guillermo como titular y Riquelme se inclinaba por Chelo Delgado en ese puesto. Ese día, en Japón, Carlos Bianchi juntó a todo el plantel en una habitación pequeña, con su liderazgo y sin levantar mucho la voz, el Virrey explicó su decisión y les suplicó a todos den lo mejor para Boca. El final de la película es conocido. El tridente ofensivo fue Román, Chelo y Martín, Boca le ganó al equipo español y escribió una de las páginas más gloriosas de la historia del club. Riquelme fue la figura y Palermo el goleador.
“Pensamos de distinta manera, pero en la cancha, somos hermanos”, solía decir Riquelme a sus íntimos. “La gente nos quiere por lo que le damos a Boca, no por ir de la mano juntos”, reconoció públicamente, tiempo después el 10.
En el partido despedida de Palermo, no jugó Riquelme: “Es mi fiesta, invito a mis amigos. No tengo nada especial con Román”, blanqueaba el Titán en enero de 2012, días antes de su homenaje en la Bombonera.
Las diferencias habían salido definitivamente a la luz en el Clausura 2010, el día que Palermo metía el gol que lo convertía en el máximo anotador de la historia xeneize, tras un pase de Riquelme.
Martín fue a festejar el tanto debajo de la 12, con la mayoría de sus compañeros y Román corrió hacia el sector de plateas. El hoy vicepresidente de Boca había sido apretado por la barra horas antes del partido. El rubio delantero siempre tuvo una buena relación con los referentes de la 12.
Como jugadores, siempre se admiraron. “Román era un crack. Si se lo hubiera propuesto, también hubiera triunfado en Barcelona”, sostiene Martín. “Palermo es el mejor 9 de los últimos 10 años del fútbol argentino”, ponderaba Román allá por 2010.
¿Qué pasa si se cruzan hoy?, preguntó A24.com a los más cercanos de los dos mejores amigos y enemigos íntimos del fútbol. La respuesta fue la misma: “se saludan amablemente, se respetan y saben que uno fue importante para la carrera del otro”.
Riquelme y sus amigos hoy manejan el área futbolística de Boca: Chelo Delgado, Raúl Cascini y Jorge Bermúdez. Palermo es técnico y los mejores amigos que les dio el fútbol son: Guillermo Barros Schelotto, Pato Abbondanzieri y Flaco Schiavi, que cuando llegó Román a la dirigencia, dejó de trabajar en el club.
¿Tomaban mate juntos? No. ¿La rompían en la cancha en el mismo equipo? Sí. ¿Caminan por veredas distintas en la vida? Sí. Riquelme y Palermo, demostraron ser dos enormes profesionales, únicos en su género, máximos ídolos de Boca, además. Ellos, hace algunos años, se dieron cuenta que en el día del amigo no tenían que saludarse.