Según los relatos, los veterinarios que atendieron los casos confirmaron que la muerte de los animales fue causada por alimentos envenenados, presuntamente carne de res y pollo, que alguien habría arrojado deliberadamente en la vía pública.
“Tenemos seis mascotas muertas y otras tres que están en tratamiento”, lamentó un vecino, visiblemente afectado por lo sucedido.
Entre el horror, hubo un resquicio de esperanza. Uno de los perros afectados pudo ser atendido a tiempo por un veterinario que le practicó un lavado de estómago, logrando salvarle la vida. Otros dos animales también sobrevivieron al envenenamiento gracias a la rápida intervención, aunque su estado sigue siendo monitoreado.
Sin embargo, la mayoría de las mascotas no tuvo la misma suerte. El dolor por las pérdidas es profundo, ya que muchas de estas mascotas eran parte fundamental de las familias de la zona.
Este presunto caso de envenenamiento masivo ha generado miedo e indignación entre los residentes del barrio. Muchos temen que se trate de un acto deliberado llevado a cabo por un individuo que actúa con crueldad hacia los animales.
Además, la preocupación no se limita solo a las mascotas. "Es una zona donde los chicos juegan en la calle, porque suele ser tranquilo, pero si arrojan venenos también ellos están en peligro", advirtió una vecina. El temor de que menores puedan estar expuestos a sustancias tóxicas ha llevado a los vecinos a exigir una investigación urgente.
Preocupados por la seguridad de la comunidad, los residentes realizaron una denuncia formal en un destacamento policial cercano. La expectativa es que las autoridades investiguen a fondo el caso para determinar quién es el responsable de este acto y evitar que algo similar vuelva a ocurrir.
Mientras tanto, los vecinos han decidido tomar medidas preventivas, como vigilar las calles y advertir a otros sobre la presencia de alimentos sospechosos en la vía pública. El temor a un “envenenador de perros” suelto en el barrio mantiene a la comunidad alerta.
El impacto de esta tragedia no solo ha dejado un vacío en los hogares que perdieron a sus mascotas, sino también una sensación de vulnerabilidad. Para muchas familias, los perros eran más que animales de compañía; eran parte de sus vidas cotidianas, símbolos de seguridad y alegría.
El barrio Padre Cajade, conocido por ser un lugar tranquilo donde las familias suelen dejar que sus hijos jueguen en la calle, enfrenta ahora una incertidumbre que rompe con su rutina habitual.