Según consta en el expediente judicial, fue en ese contexto donde comenzó el acto sexual, a la intemperie, bajo un árbol del patio de la vivienda, sin saber que el desenlace sería mortal.
El crimen: una puñalada, un silencio y una escena limpiada
Mientras tanto, Ybarra regresaba a su domicilio. Al ingresar, descubrió la infidelidad de forma brutal y directa. En vez de gritos o reproches, la reacción fue física: golpeó a su pareja y a su amigo en un intento desesperado por separarlos. Pero en un instante de descontrol, sacó un cuchillo y apuñaló a Abregú en el tórax, provocándole una herida de aproximadamente cinco centímetros de ancho, que acabó con su vida casi al instante.
Según los informes forenses, la puñalada fue certera y fatal, y el arma blanca penetró en una zona vital. Una vez consumado el hecho, Ybarra no huyó, ni llamó a la policía. En lugar de eso, cargó a su pareja –todavía en shock– hasta la cama, y luego procedió a limpiar meticulosamente la escena del crimen. Quitó manchas de sangre, movió objetos, intentó borrar todo indicio de lo sucedido.
El intento de encubrimiento, sin embargo, no prosperó. Los vecinos, alertados por los ruidos y la ausencia de Abregú, avisaron a las autoridades, que encontraron el cuerpo y detuvieron rápidamente a Ybarra.
El giro judicial: ¿crimen pasional o emoción violenta?
A medida que la causa avanzó, el foco de la investigación judicial se trasladó desde la brutalidad del acto hacia el estado mental del imputado al momento del hecho. La defensa de Ybarra solicitó una serie de pericias psiquiátricas con la intención de demostrar que actuó bajo "emoción violenta", una figura legal que podría reducir significativamente la condena.
En Argentina, el homicidio simple –delito por el cual Ybarra está imputado– contempla penas que van desde 8 hasta 25 años de prisión. Pero si se comprobara que el crimen fue cometido bajo emoción violenta, la pena máxima podría reducirse a 10 años, lo que cambiaría radicalmente el futuro del acusado.
Las pericias, aún en evaluación al cierre de esta nota, serán determinantes para definir el encuadre legal del caso. De acuerdo con fuentes judiciales, los informes preliminares indicarían que Ybarra actuó bajo un estado de alteración emocional profunda, al ver a su pareja siéndole infiel con su mejor amigo.
Una comunidad conmocionada
En Monte Quemado, la conmoción aún persiste. La localidad, de apenas 20.000 habitantes, nunca había sido escenario de un crimen con estas características. Ybarra y Abregú eran amigos desde la adolescencia, compañeros de trabajo y de salidas, según relataron vecinos. La relación con “Ñata” Díaz, por otro lado, llevaba más de una década, y muchos los consideraban una pareja estable, aunque con altibajos.
"Fue como una bomba en el pueblo", cuenta un comerciante de la zona. "Nadie lo podía creer. Eran como hermanos". Otros vecinos aseguran que la relación entre Abregú y Díaz no era tan secreta como se pensaba, y que existían rumores previos sobre una supuesta atracción mutua.
Hoy, Ybarra permanece detenido, esperando el juicio oral que definirá su futuro. Díaz, por su parte, quedó en libertad y nunca fue imputada, aunque su testimonio fue clave para reconstruir los hechos. Vive alejada de la localidad, según allegados, y no ha vuelto a aparecer públicamente desde el día del crimen.
El paralelo en Estados Unidos: otra historia de puñaladas y citas virtuales
En una coincidencia escalofriante, ese mismo año, pero en otro continente, un intento de homicidio con cuchillo también acaparó titulares. En Nevada, Estados Unidos, una joven de 21 años apuñaló a un policía en el cuello durante una cita concertada por una aplicación de encuentros.
La joven, identificada como Nika Nikoubin, habría actuado por motivos ideológicos. Según declaró, lo hizo en venganza por la muerte de Qassem Soleimani, líder militar iraní abatido en 2020 por un ataque estadounidense. La cita fue organizada a través de Plenty of Fish, una popular app de citas. Se encontraron en el Sunset Station Hotel and Casino, en Henderson, cerca de Las Vegas.
Durante el encuentro, Nikoubin pidió apagar las luces y, en plena intimidad, sacó un cuchillo y lo atacó, hiriéndolo en el cuello. Afortunadamente, el hombre logró sobrevivir. La atacante fue detenida y enfrenta cargos por intento de homicidio.
Dos historias, una violencia que interpela
Ambos casos, aunque distantes geográficamente, revelan la complejidad de las emociones humanas llevadas al extremo. En uno, un crimen pasional motivado por la traición y el dolor. En el otro, un ataque planificado con motivaciones ideológicas. Ambos con un arma blanca como vehículo del horror.
En el caso de Monte Quemado, la justicia argentina deberá decidir si la reacción de Ybarra fue producto de un instante de furia incontrolable o de una voluntad consciente de matar. Mientras tanto, la comunidad sigue esperando respuestas. La herida, como la del cuchillo, aún no cicatriza.