Por Virginia Suarez Dratman (*)
La rivalidad entre Inteligencia Artificial (IA) y humanos apenas está comenzando. Sin embargo, la idea de que esta tecnología dejará sin trabajo a muchas personas suena fuerte por todos lados. ¿Es tan así?
Por Virginia Suarez Dratman (*)
Los cambios asustan, sobre todo, si afectan el trabajo de las personas. Pero, también, abren nuevas posibilidades para aquellos emprendedores que se animan a crecer en los negocios y adaptarse a esta nueva época, dominada por la Inteligencia Artificial (IA).
Como dijo Heráclito, “lo único constante es el cambio”. Y aquellos emprendedores y Pymes que sepan adaptarse a las nuevas necesidades e intereses de sus clientes tienen más chances de sobrevivir en el mercado.
Uno de los temores más recurrentes en estos tiempos es que la IA le quite poder al hombre y lo supere. Este miedo viene del ego y de su necesidad de sentirse importante. Pero aún estamos muy lejos de que eso ocurra.
Hace una semana compré un lavasecarropa con IA y no estoy muy deslumbrada. Cuando termina el proceso me envía una alerta a mi celular para avisarme, pero no me resuelve el problema del misterio de las medias perdidas, ni me plancha y dobla la ropa. Recién nos estamos conociendo y le estoy enseñando que solo lavo con agua fría para que la ropa no se encoja. Este es otro mito de la inteligencia artificial: no es adivina. Tenés que educarla y entrenarla y, con el tiempo, va aprendiendo.
Con la apertura al público del ChatGPT y sus clones, muchas empresas abusaron de su uso y las redes están llenas de textos robotizados que se replican, así como fotos tan editadas que solo logran despertar la desconfianza del cliente.
Además, los consumidores están más alerta que nunca. Saben que no pueden comprar una hamburguesa por la foto o solo tragarán su decepción. Por ejemplo, los usuarios de la app de citas, Tinder, están cansados de no reconocer a la persona a la que citaron porque la foto estaba llena de filtros. Primero nos deslumbramos con lo ideal y perfecto, pero lo real siempre triunfa frente a lo ficticio.
Hay que reconocer que ciertas máquinas son más inteligentes que algunas personas. Se repite el caso en la atención al cliente, en donde piden que los deriven nuevamente a un robot porque los entiende mejor. Por supuesto, el cliente no sabía que antes chateaba con una máquina.
El comportamiento robotizado y automático de muchos teleoperadores solo logra que la persona se sienta confundida e incomprendida. Y las personas queremos sentirnos únicas y especiales.
Necesitamos la información ahora. Si te desvelaste a las 4 am scrolleando en Instagram y viste unas zapatillas, querés saber el precio ya. No querés entrar al link de la bio y revolver en su tienda online. Querés el precio.
¿Por qué no ponen el precio en la publicación? Si tenés un negocio en Argentina, sabés la respuesta: porque cambia continuamente.
Si sos el que vende las zapatillas y solo vienen en color azul, y lo aclarás en la publicación, lo mismo te preguntan por otro color. Te despertás quejándote de que la gente no lee. Qué pasaría si en vez de rezongar, lees cuántas personas piden otro color. Tal vez sea una pista de que tenés que incorporar un color más.
Incentivar a los usuarios de las redes sociales a que pregunten en los comentarios ayuda a que tu posteo sea mostrado a más usuarios, porque el algoritmo lo interpreta como relevante. Es aquí donde entra el poder de la automatización y de los bots para responder las consultas e iniciar una secuencia de conversación con el posible futuro cliente.
Qué hacés con el equipo de atención al cliente. Su tarea no sería reemplazada, sino modificada: en vez de copiar y pegar mensajes, pueden dedicarse a analizar conversaciones en busca de datos y cerrar ventas.
“Solo preguntan precio, y nunca compran”, es otra de las quejas recurrentes, sin darse cuenta que es su responsabilidad convertir la consulta en una venta. Estamos bombardeados por tanta información que pareciera que solo las empresas de turismo se acuerdan de ese hotel al que viajó Pampita y buscamos de chusmas.
Al futuro cliente hay que recordarle qué preguntó. Si antes se necesitaba ver algo 7 veces para tomarlo en consideración, hoy esa cifra se multiplicó por 5. Las grandes empresas lo saben. Por eso repiten la misma publicidad varias veces en una misma hora. O usan la IA para aparecerse en todos los sitios y redes sociales que visites.
En la actualidad, el que fabricaba monederos debería haber disminuido esa producción para sustituirla por la creación de portacelulares. Tenemos que ser más inteligentes y adaptarnos, así como lo hicieron los teléfonos: los usás para pagar, para mirar videos o como cámara de fotos, pero no para lo que realmente fue creado en un principio. Cuántas llamadas hiciste ayer.
Por lo tanto, parafraseando a Darwin, no es el negocio más fuerte el que sobrevive, ni el más inteligente, sino el que responde mejor al cambio.
(*) La autora es profesora y autora de “Alma Emprendedora”.