Casos de éxito

Sus padres invirtieron los ahorros para vender anteojos y ahora exporta a 24 países

Tamara Ranieri es hija de Pedro, quien empezó de abajo. Hoy la empresa la dirige la segunda generación y se expande. Cómo lograron alcanzar una producción de 220 mil pares anuales y 120 empleados.
Lionel Paredes
por Lionel Paredes |
Tamara Ranieri

Tamara Ranieri, hija de Pedro, fundador, junto con su mujer, de la empresa. (Foto: Ranieri)

En 1974, Pedro Ranieri fundó Ranieri Argentina y, desde los inicios, contó con el apoyo incondicional de Valentina Sbrascini, su esposa.

Actualmente, la segunda generación está formada por Tamara y Florencia Ranieri.

Ellas son una parte fundamental de la empresa familiar al formar parte del directorio y la conducción de la compañía.

Camino recorrido

Los Ranieri vinieron de Davoli, en Calabria, Italia. De papá zapatero, Pedro, el menor, y sus tres hermanas, debieron trabajar desde pequeños. Él entró a trabajar en una fábrica puliendo anteojos.

A los 24, decidió probar suerte por su cuenta. Tenía capacidad, pero no capital.

Entonces mi padre invirtió sus ahorros y los de su esposa -mi mamá, Valentina Sbrascini, que en ese entonces era empleada de una empresa-”, recuerda Tamara.

Y sigue: “Esos ahorros fueron para comprar sus primeras máquinas. Mi mamá trabajaba de lunes a lunes para sumar dinero que respaldara el sueño".

"Los sábados en la empresa le pagaban el doble, y los domingos el triple. Con todo ese sacrificio, mi padre montó su pequeña fábrica en el fondo de la casa de mi abuela. Y así empezó, cortando planchas de zilo y montando todo con sus propias", cuenta la actual presidenta de la compañía.

“En el año 75, mi padre voló a Milán, a la gran convención mundial de la industria del anteojo. Para pagar el pasaje y semejante travesía, vendió el auto. El único que tenía. Estuvo 20 días allá y de paso, aprovechó a visitar a sus familiares en Calabria”, rememora Tamara.

“Lo que vio en Italia le cambió las ideas: los anteojos en Europa no eran signo de 'chicatos', como estaban vistos acá. Eran objetos de moda que se asociaban a las marcas top de indumentaria. Los anteojos tenían onda, se llevaban con orgullo y distinción. En las revistas los actores del momento tenían anteojos y no les quedaba nada mal”, relata la empresaria de segunda generación.

El salto de calidad

Pedro Ranieri visitó las fábricas en Italia. Se paseó por las líneas de montaje. Vio máquinas. Chequeó precios. Y tomó nota.

Al volver al país, renovó las máquinas y se modernizó: en lugar de vender a mayoristas, empezó a llegar directamente a ópticas o a distribuidores.

Inspirado en la moda europea, sacó en 1982 un modelo de anteojos al que le escribió sus iniciales insertas en un nombre con aires de distinción: “Philippe Rosset”. Los portaban, en campañas, celebrities como Graciela Borges y Mirtha Legrand.

Con el transcurso de los años, la empresa fue en constante evolución. No obstante, este crecimiento trajo aparejada una continua labor para mejorar el sistema productivo, invirtiendo en experimentación, investigación, siempre abiertos a la innovación tanto tecnológica como de materiales.

Hubo una constante incorporación de tecnología y reorganización de las líneas de producción, buscando un mejoramiento de la calidad productiva, junto con una reducción general de costos.

El objetivo: ofrecer más y mejores productos a precios competitivos.

La visión de una experta

“Una vez que se define el modelo, con prototipo y planos técnicos realizados, el área de producción se encarga de proyectar todas las herramientas y dispositivos que serán necesarios para llevar a cabo la producción en serie, que al mismo tiempo garantizarán la calidad del producto", describe Tamara.

"Dependiendo de los materiales utilizados y los métodos de producción elegidos, cada producto va ingresando conforme a un detallado Plan de Producción Anual”, agrega la ejecutiva.

Durante los últimos años, producto del deterioro de la capa de ozono, junto con la oferta indiscriminada de productos de baja calidad que pueden causar daños severos a los ojos, “hemos asumido un fuerte compromiso con la calidad, asociada al cuidado de la visión", aclara la emprendedora.

"Para ello, se han incorporado tecnología y procesos de última generación con el objetivo de testear cada uno de los productos”, subraya.

Con una producción de 220 mil pares anuales y 120 empleados, en el 2024 la empresa cumplirá 50 años.

Hoy en día sus diseños son lucidos en más de 24 países entre ellos Antillas del Caribe, Belize, Bolivia, Brasil, Chile, Colombia, Costa Rica, Ecuador, El Salvador, Guatemala, Honduras, Indonesia, Malasia, Maldivas, México, New Caledonia, Nicaragua, Panama, Paraguay, Peru, Republica Dominicana, Tahití, Uruguay y Venezuela.

“Los Ranieri nunca nos damos por vencidos. Donde otros ven incendios. Nosotros vemos recambio. Las gafas del optimismo no se venden ni se recetan. Se llevan en la sangre”, finaliza.

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