“Esto es como la vida misma: depende de un montón de factores y no podemos patologizar ni buscar perfiles de personalidad en esta manera concreta de actuar, tanto si se responde como si no”, explicó Cáceres.
Silencio no siempre significa rechazo
Uno de los mayores errores que cometemos al enfrentar el silencio digital es interpretarlo desde lo emocional y personal. Para Cáceres, la clave está en no sobrepensar la ausencia de respuestas. El silencio, muchas veces, no es una actitud pasiva-agresiva, sino una necesidad legítima.
“A veces, puede ser una preferencia, un gusto o una necesidad de silencio sin más”, afirmó la psicóloga.
Esto significa que una persona puede no responder simplemente porque necesita desconectarse, porque está enfocada en otras tareas, o porque siente que no tiene nada relevante que aportar. En estos casos, la no-respuesta no debe entenderse como un gesto de rechazo, ni como falta de interés.
Inteligencia emocional para interpretar el silencio
Cáceres subrayó que uno de los principales recursos para manejar este tipo de situaciones es la inteligencia emocional. Es decir, la capacidad de identificar, comprender y gestionar las emociones propias y ajenas.
Desde esta perspectiva, es fundamental no atribuir intenciones negativas al silencio ajeno. Lo que uno interpreta como “me está ignorando”, puede no ser más que una percepción distorsionada por nuestras propias inseguridades.
“No responder en un grupo no significa no me quiere, me rechaza o me está ignorando. Eso es lo que vos sentís, no lo que el otro está expresando”, aclaró la psicóloga.
Este tipo de interpretaciones, llamadas en psicología distorsiones cognitivas, suelen intensificar conflictos innecesarios. Por eso, es importante diferenciar los hechos de las interpretaciones. El hecho: no respondió. La interpretación: me ignora. Pero esa interpretación no siempre se ajusta a la realidad.
La presión por estar siempre disponible
En la sociedad actual, se ha instalado una suerte de norma tácita: estar conectado implica estar disponible. Así, se espera que las personas respondan rápido, participen en todas las conversaciones, estén al tanto de lo que se habla, incluso si no tienen nada que decir.
Este fenómeno tiene nombre: “presión digital”. Y es una carga emocional que no todos están dispuestos —o capacitados— para soportar.
Muchas personas optan por mantenerse al margen de los chats grupales porque sienten que la interacción constante genera ansiedad, fatiga o incluso culpa. La psicología advierte que estas respuestas no solo son válidas, sino también necesarias para preservar el bienestar mental.
La sobrestimulación y la fatiga comunicacional
La sobrecarga de información es otra de las grandes responsables de la no-respuesta. En promedio, una persona puede recibir entre 50 y 100 mensajes diarios entre grupos de amigos, familiares, compañeros de trabajo o padres del colegio. Esto genera lo que los expertos denominan fatiga comunicacional.
En este escenario, el silencio se transforma en un mecanismo de defensa. Ignorar una conversación grupal puede ser una forma de establecer límites, de priorizar lo importante y de resguardar la energía emocional.
Además, está demostrado que responder constantemente a notificaciones interrumpe la concentración, lo que puede afectar la productividad y aumentar los niveles de estrés.
Entre la obligación social y la libertad individual
Los grupos de WhatsApp suelen estar atravesados por expectativas sociales no dichas: responder con emojis, seguir la conversación, agradecer los saludos, felicitar en los cumpleaños. Quien no lo hace, suele ser visto como frío, desinteresado o antisocial.
Pero aquí es donde entra en juego la libertad individual. Según la psicología, cada persona tiene derecho a gestionar su tiempo y su atención como lo considere más sano, sin que eso implique ser juzgada.
“No todos tienen el mismo nivel de necesidad de interacción. Algunos se recargan socializando, otros se desgastan”, explica Cáceres.
Entender estas diferencias es clave para cultivar relaciones más empáticas y reducir los malentendidos en la vida digital.
¿Cómo gestionar mejor los grupos?
La psicología propone algunas estrategias para mejorar la convivencia en los chats grupales y evitar conflictos innecesarios:
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No tomarse el silencio como algo personal.
Respetar los distintos ritmos de comunicación.
Evitar exigir respuestas inmediatas.
Ser breves y claros en los mensajes.
Utilizar otros medios cuando el tema lo requiere.
No saturar con temas irrelevantes.
Fomentar un ambiente sin presiones.
Estas pautas, simples pero efectivas, pueden marcar la diferencia en un espacio que, si bien es virtual, forma parte de nuestras relaciones cotidianas.
Un espejo de la vida real
Al final del día, los grupos de WhatsApp son un reflejo de nuestras dinámicas sociales: las afinidades, las tensiones, los roces, las ausencias, los malentendidos. Pretender que todos se comporten igual en estos espacios es ignorar la riqueza y complejidad del ser humano.
El silencio también comunica, pero lo que dice no siempre es lo que imaginamos. A veces, solo es silencio. Y eso, en un mundo saturado de ruido, puede ser incluso una forma de salud mental.