Las consecuencias no se hicieron esperar: en apenas 90 segundos, toda la red eléctrica de la provincia de Quebec colapsó. El blackout duró alrededor de 9 horas, afectando a millones de personas, paralizando el transporte, el comercio y hasta las comunicaciones gubernamentales.
La CME provocó fluctuaciones intensas en el campo magnético de la Tierra, que a su vez indujeron corrientes eléctricas en el sistema de transmisión de Quebec. Como la red eléctrica de la provincia estaba conectada a rocas altamente conductoras (el llamado escudo canadiense), el fenómeno geomagnético tuvo un efecto amplificado.
Los transformadores y equipos de protección no estaban preparados para una sobrecarga de esa magnitud, y se produjo una falla en cadena que apagó la provincia completa.
Ese mismo día, otros sistemas eléctricos y satelitales alrededor del mundo también registraron alteraciones. En Estados Unidos, por ejemplo, se reportaron fallas en más de 200 transformadores. La tormenta también generó auroras boreales tan intensas que fueron visibles desde lugares tan al sur como Texas o Florida.
El Sol sigue ciclos de actividad, y actualmente está entrando en una fase de mayor intensidad. La tormenta solar que se avecina esta semana ha encendido las alertas precisamente porque fenómenos como el de 1989 podrían repetirse, con efectos aún más graves en un mundo mucho más dependiente de la tecnología.
Satélites, redes eléctricas, sistemas GPS, internet y hasta la aviación podrían verse comprometidos si un evento similar nos golpea de lleno.