Cómo se salvaron los sobrevivientes de la Tragedia de los Andes
Sergio Hilario Catalán Martínez tenía 43 años al momento de encontrarse con Parrado y Canessa. Vivió hasta los 91 años en Puente Negro, el mismo lugar en el que había nacido, un pequeño pueblo al pie de la Cordillera de los Andes, del lado chileno.
Su vida es la de un hombre común que tuvo un encuentro extraordinario. Tuvo 9 hijos, nació y vivió en el mismo lugar, se dedicó a cuidar ovejas, casi desde el primer día hasta el último de su vida.
Cuando se encontró a Canessa y Parrado estaba justamente pastoreando con sus ovejas y con uno de sus hijos, Juan Cruz.
Lo increíble de ese primer encuentro es que no pudieron comunicarse de manera oral, por el ruido que provocaba la corriente de agua de un río.
Como si fueran dos extranjeros que hablaran otro idioma, tuvieron que comunicarse a través de la palabra escrita.
La carta que salvó la vida de los rugbiers uruguayos
"Vengo de un avión que cayó en las montañas. Soy uruguayo. Hace diez días que estamos caminando. Tengo un amigo herido arriba. En el avión quedan 14 personas heridas. Tenemos que salir rápido de aquí y no sabemos cómo. No tenemos comida. Estamos débiles. ¿Cuándo nos van a buscar arriba? Por favor, no podemos ni caminar. ¿Dónde estamos?".
Esa carta sería un testimonio clave para el rescate.
Porque Catalán cumplió con su deber de manera inmediata. Se subió a su caballo y fue hasta un puesto de carabineros que estaba a unos 80 kilómetros. Sin embargo, le dijeron que no era posible que los uruguayos estuvieran vivos. Incluso insinuaron que Sergio estaba borracho.
Pero cuando les mostró la carta le creyeron y enseguida se empezó a ejecutar el operativo de rescate.
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Los sobrevivientes se refugiaron del frío en las piezas que quedaban del avión. (Foto: Archivo)
El accidente había sido el 13 de octubre, y toda esta secuencia ocurría 70 días después, el 20 de diciembre de 1972. Los rescates fueron entre el 22 y el 23 de diciembre.
El vínculo entre Sergio y sus “hijos uruguayos”, tal como ellos mismos se autodenominaban, continuó por siempre. Incluso, en 2007 colaboraron comprándole una prótesis de cadera que necesitaba para seguir caminando.
Y lamentaron públicamente su muerte, en febrero de 2020, a los 91 años.
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Como dice la placa que inauguraron luego de su muerte, el legado de este arriero chileno que salvó la vida de los uruguayos es imborrable: "Don Sergio Catalán, siempre serás recordado".