Un viaje increíble

El país a caballo: la historia del agrónomo que recorre la Argentina con un mensaje de unión

"Los argentinos están muy necesitados de escuchar cosas buenas de nuestro país", dice Marcos Villamil. Su travesía de Ushuaia a la Quiaca, en redes sociales.
Ezequiel Morales
por Ezequiel Morales |
Marcos Villamil renunció a su trabajo y se dedica a conocer la Argentina profunda.

Marcos Villamil renunció a su trabajo y se dedica a conocer la Argentina profunda.

El país a caballo: la historia del agrónomo que recorre la Argentina con un mensaje de unión

Marcos Villamil asegura que, en esta historia de caminos y soledades, él no es protagonista. “Acá los que importan son ellos”, dice. Habla de Mora, Wayra y el Tordo, las dos yeguas y el caballo con los que este ingeniero agrónomo de 27 años, emprendedor y exjugador de rugby ya conoció medio país. Su recorrido, es seguido día a día por miles de personas a través de su cuenta de Instagram.

“Yo soy totalmente secundario en esta cuestión”, le cuenta a A24.com Agro desde Santa Cruz, en camino hacia La Pampa, donde en esta primera semana de abril recargará energías en General Pico y reimpulsará la travesía que aún promete 5 mil kilómetros más. Quiere que este invierno lo encuentre en La Quiaca, para después cruzar el Chaco y emprender por los caminos del Litoral el regreso a su General Alvear, en el centro de la provincia de Buenos Aires.

Marcos viaja con tres caballos para repartir los esfuerzos. Mientras que uno va montado, otro oficia de “pilchero” y el tercero va libre, sin carga. “Eso les genera una relajación muy grande, porque esta dinámica es de muchos meses y el problema está en la posibilidad de que se te estresen los caballos. Tienen que ir bien, contentos, mimados, y comiendo cada vez que se pueda”, explicó.

“Otra cosa muy importante es ver si duermen acostados. Porque normalmente duermen parados, pero al menos una vez por semana deben dormir acostados. Eso es sinónimo de que están relajados. Pero si se acumulan días en los que el animal duerme parado y no se acuesta, es síntoma de que no está pudiendo relajarse”, graficó.

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En Ushuaia, con Mora, Wayra y El Tordo, las dos yeguas y el caballo con los que recorre el país.

En Ushuaia, con Mora, Wayra y El Tordo, las dos yeguas y el caballo con los que recorre el país.

-¿Tenés algún ‘speech’ practicado para cuando llegás a un lugar desconocido en busca de refugio?

-Yo solamente pido por los 'pingos'. Te diría que ellos son la mejor carta de presentación, generan un impacto positivo muy grande. “Disculpe la molestia, queríamos saber si había algún lugar para poder darle un poco de pasto a los caballos, un poco de agua”. Y ahí la gente te dice “sí, claro, llevalos para ese potrero de ahí”. Y al preguntarte por vos te invitan a pasar a su casa y compartir la cena, a matear, pero sobre todo a conversar.

Lo que también le puede pasar a Marcos es que se contacte con algún conocido, y que lo espere con antelación. En esa misma línea, los ofrecimientos pueden llegar desde varios puntos, pero no necesariamente de gente que Marcos haya conocido antes.

“Quería ofrecerte mi ayuda para lo que necesites en Salta…es muy hermoso lo que decidiste emprender. ¡Éxitos y buen viaje!”, le escribió “María Laura” en su blog. “No afloje compañero. Si pasa por Rojas provincia de Buenos Aires sepa que tiene lugar para sus caballos y usted por supuesto”, lo invitó “Alejandro”. Incluso lo tentaron para seguir afuera de la Argentina. “Si piensas cruzar alguna vez la cordillera de Los Andes, avisa y coordinamos”, lo alentó “Cristóbal”, desde Chile.

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"El caballo es la mejor carta de presentación", dice Marcos Villamil.

Su cuenta de Instagram, @abrazarte.argentina, tiene 30 mil followers fieles que siguen su recorrido desde todo el mundo y comentan con fidelidad cada uno de sus posteos, de fotos en valles soñados, montañas nevadas y, también, junto a los amigos que va conociendo en su derrotero.

Así fue como conoció a Nicolás Fliess, un guía de pesca que reside en Trevelin, Chubut, y que lo invitó a descansar en su casa junto a su esposa y cuatro hijos. “Lo seguí por Instagram y le dije que tenía mi casa a disposición. Llegó un día de clima durísimo, con lluvia y nieve. Acá hizo mantenimiento de las herraduras de los caballos y descansó”, le contó a A24.com Agro.

“Mis hijos escuchaban fascinados sus relatos del viaje. Transmite un mensaje muy bueno, de valorar el país y de que los argentinos tratemos de amigarnos y veamos todo lo bueno que tenemos. Y la verdad es que te hace recapacitar, porque realmente hay cosas muy buenas. Hay que buscarlas, eso sí”, recordó Fliess sobre los días de Marcos en su casa.

Debut y aprendizaje

Cuando tenía 20 años hizo su primera travesía bajo esta modalidad. Un tío suyo le había regalado un caballo que estaba en San Antonio de Areco, a casi 300 kilómetros, pero nadie sabía cómo hacer para llevarlo hacia General Alvear. “Lo traigo andando”, dijo Marcos en el seno de su familia. “Estás loco”, le respondieron.

Así fue como se lanzó improvisadamente al campo, sin mapas, montado a su flamante caballo. Tenía 20 años y una billetera que perdió en la primera noche. Pasó cuatro días sin comer, sin señal ni batería en el celular y durmió como pudo al costado del camino. Se sintió muy solo. Pero lejos de alejarse del mundo ecuestre, encontró una veta de la que hasta ahora no se alejó.

“El gran jinete”

Agustín Zavalía y Fernando Ordoñez son amigos de Marcos desde la infancia. Junto a él, en el verano de 2015 realizaron una travesía que salió desde San Miguel del Monte y se extendió a Necochea, en la costa bonaerense. El cerebro de todo fue Marcos, a quien su primera experiencia lo impulsó a ir por más.

“Tiró para delante de una forma impresionante, y por eso no me sorprende lo que está logrando. Porque en la cabalgata por Buenos Aires, después de toda una jornada, uno tal vez quería charlar un poco y después sí tirarse a descansar. Pero él se quedaba, le encantaba conocer a la gente”, recordó Agustín Zavalía consultado por este medio.

“Cuando todo terminó nos dijo que quería hacer la Argentina a caballo. Es un apasionado por el país y quiere demostrar que la gente es buena y que te da hasta lo que no tiene con tal de que estés cómodo. Esto va a marcar un antes y un después en muchas cabezas”, opinó Fernando Ordoñez.

Más allá de que Wayra y El Tordo fueron domados por él, sus amigos contaron que con el resto de sus caballos también suele hacerlo personalmente. Incluso, Agustín Zavalía contó una anécdota que anticipó todo lo que vino después: “En el campo de mi abuelo había unos caballos que nunca se usaban y que se sabía que eran difíciles, de esos que apenas te subís se paran en dos patas. Y este loco los agarró en el medio del potrero, se les subió a pelo con un salto de un timming admirable, y a los 10 segundos el caballo estaba tranquilo, porque él estaba tranquilo. Ahí estaba el gran jinete”.

Marcos Villamil
Cuando tenía 20 años hizo su primera travesía.

Cuando tenía 20 años hizo su primera travesía. "Estás loco", le dijeron esa vez.

Con temple de acero

Atrás quedaron sus estudios en la Universidad de Buenos Aires, sus partidos en la primera de Champagnat jugando de tercera línea y su empleo en Banco Galicia. Incluso dos emprendimientos personales, que le indicaban que se venía una dedicación full time. Eso lo hizo tomar la decisión y se preparó.

La pandemia hizo lo suyo. Tenía todo preparado para marzo del año pasado, y la cuarentena lo obligó a aguantar en su campo de Alvear.

Pero en septiembre pateó el tablero: era "ahora o nunca". Y ahí nomás se lanzó a los caminos.

Empezó por el sur de Buenos Aires y La Pampa, cruzó Río Negro, bajó por Neuquén hasta Chubut, y en Santa Cruz siguió a pura garra hasta Tierra del Fuego. Ahora, esta semana, está de nuevo en La Pampa. Allí espera por la recuperación total de Wayra. La yegua viene de sufrir una rajadura muy grande en el vaso de su mano izquierda luego de una noche crucial y de mucha incertidumbre en Lago San Martín.

“El cruce de Cordillera entre el valle del Tucu Tucu y el lago San Martín se puso muy complicado. Mucho pantano, en el que a veces los caballos se te hunden, hay que estar muy atento a no caer porque te puede chupar el caballo. Un nivel de tensión muy grande. Y ahí una yegüita se me estresó por el alto esfuerzo de esa pasada y se empezó a echar al suelo, no quería avanzar. Hicimos noche ahí y empezó a llover, y después a nevar. En el medio de la Cordillera. Fue estar en el medio de la nada, real. No hay ninguna persona, no hay un camino, no hay referencias y tenés que quedarte ahí. Yo tampoco sabía si ella iba a poder despertar. En esos momentos hay que tener temple”.

-¿En un viaje así uno pasa por muchos estados mentales?

-Yo tengo en claro por qué estoy acá. No fue que me levanté un día y dije “quiero conocer Argentina a caballo”. Esto no fue un escape, estoy cumpliendo el sueño de mi vida. Freno en lugares en los que nadie frena, llego a rincones a los que nadie llega, y eso es lo que a mí me llena el alma. Y cuando el día termina llego a un arroyo, o a una casa, a una familia nueva que conoceré y eso para mí es lo más lindo. En nuestro país la gente es de primera.

-¿Qué devoluciones te da la gente a la que vas conociendo? ¿Cómo les impacta tu mensaje de unión?

-De manera tremendamente positiva. Los argentinos están muy necesitados de escuchar cosas buenas de nuestro país, y tal vez cuando llego a una casa de la gente se pone contenta con mis relatos de algún lugar soñado que recorrí, o le cuento de las historias de otras personas que me acobijaron en su hogar y me brindaron todo. Yo siempre digo que podemos construir a partir de lo bueno o de lo malo, porque no digo que no tengamos cosas malas pero sí que es mejor que empecemos más a valorar las buenas, a cuidarlas y fortalecerlas.

-¿Las medidas por el Covid-19 te complicaron en algún momento para entrar a cada provincia?

-La verdad es que no. Hay que tener en cuenta que circulo mayoritariamente por caminos rurales. Si puede ser al al principio de esta travesía, en septiembre, que tal vez algún policía me haya parado para pedirme documentos. Pero después nada más.

-¿Hasta ahora qué fue lo que más te sorprendió de este viaje?

-Que estoy a 4.200 kilómetros de mi casa, pero me siento en mi casa. Y yo no conozco a nadie, eso es lo increíble. Porque la verdad, al principio decía “uy, estoy lejos de mis pagos”. Pero ahora entendí que mi pago es toda la Argentina. Uno se acomoda, se adapta, siempre con la humildad y con el respeto bien cerquita de la mano, para no olvidarse y tener un cable a tierra. Porque cuando baja el ruido externo queda el interno, y ya después el ruido interno se transforma en música y te acompaña, ya deja de hacer ruido.

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