Opinión

Frente al precio de la carne, el Gobierno mete la cabeza en su caparazón

"La desesperación del Gobierno por mostrar cierto éxito en la materia (inflación) anula su capacidad de tomar decisiones racionales", analiza el autor.
Manuel Alvarado Ledesma
por Manuel Alvarado Ledesma |
La desesperación del Gobierno anula su capacidad de tomar decisiones racionales

"La desesperación del Gobierno anula su capacidad de tomar decisiones racionales", analizó el autor en materia de carne. 

Ya es una obviedad: la inflación superará el 50% anual. Así, los argentinos sufrimos la pérdida de valor de nuestra moneda, sin esperanza de mejora para 2021.

Con este cuadro el Gobierno busca culpables, como por ejemplo la cadena de la carne roja. Y se llena la boca con expresiones como “desacople de precios”. Ergo, hoy la exportación de carne está prohibida, pese a tratarse de una industria que debería ingresar este año más de 3 mil millones de dólares, en concepto de exportaciones.

Pero, si hay algo o alguien que no origina inflación es la producción. Cuanto mayor sea la producción, menor es la posibilidad de inflación.

La inflación es un fenómeno monetario. Acá está su origen.

No se trata estrictamente de un problema de costos ni de oferta y demanda, ni de pujas sectoriales. Estos son apenas factores de propagación.

Se trata de la cantidad de dinero. Sin embargo, un salto inflacionario puede no ser resultado de la expansión de dinero. Una cosa es un salto inflacionario y otra es inflación. Un salto puede provenir del aumento del precio de un servicio o producto, como es el caso de la carne a consecuencia de menor oferta y mayor demanda. Porque no necesariamente un aumento en la tasa de inflación, en el cortísimo plazo, resulta solo de la expansión de dinero, sino del aumento del precio de uno o algunos productos.

Para entender la inflación es necesario distinguir entre el alza de uno o pocos precios de una sola vez y el aumento sostenido del nivel general de precios. Una cosa es un salto en un período dado, y otra es el incremento sostenido de todos los precios durante al menos un plazo relativamente largo.

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Kulfas y Español se reunieron la semana pasada con la Mesa de las Carnes y el Consorcio ABC.

Kulfas y Español se reunieron la semana pasada con la Mesa de las Carnes y el Consorcio ABC.

Supongamos que, por determinada (“milagrosa”) medida, su precio se reduzca a la mitad. ¿En tal caso bajará la inflación de forma sostenida? Obviamente, en los primeros dos o tres meses se notará cierta baja en el ritmo de crecimiento. Pero, a la larga, nada cambiará, si no existe un plan antinflacionario y, como a consecuencia de esa medida, se reducirá la producción, luego su precio buscará aumentar por encima del resto de los productos y servicios.

Todo aumento general de precios resulta, a su vez, determinado por el nivel de confianza y de expectativas, que incide en la demanda de dinero y, por tanto, en su velocidad de circulación. Si el dinero circula más velozmente, el efecto es parecido al de un aumento en la cantidad de dinero.

Si observamos el pasado, veremos la aplicación de una medida “milagrosa”. En 2006, se dispuso una serie restricciones a las exportaciones cárnicas, que fue llevando a una abrupta baja en la producción. Tal baja, gradualmente, fue permitiendo un aumento en el precio de nuestras carnes. La medida trajo la pérdida de cerca de 11 millones de cabezas de ganado. Y el espacio que dejó la Argentina en el mercado internacional fue aprovechado por Brasil, Paraguay y Uruguay.

No hay nada nuevo bajo el sol. Mientras hay restricciones, la faena de ganado crece, los precios bajan y el stock ganadero y las exportaciones se derrumban. Llega un momento que la taba se da vuelta y la ganadería comienza a reconstruir su stock. En consecuencia, se reduce la faena y los precios aumentan.

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El impacto del cierre a la exportación de carne, clave en el stock ganadero de los próximos años.

El impacto del cierre a la exportación de carne, clave en el stock ganadero de los próximos años.

En buena parte, acá está la explicación del salto de precios: la baja producción y su posterior período de aumento en la producción, mediante retención de vientres.

En los últimos años, hubo una recuperación de stocks. Pero el problema persiste. Hoy la Argentina tiene 1,2 cabezas cuando supo tener 1,6 cabezas por habitante, además de tener una menor cantidad de vientres, que son las que producen los terneros que serán novillos o vaquillonas para carne. Porque así como los vientres producen terneros, también, cuando la producción está castigada, es común que los vientres se liquiden para carne, también.

El precio del novillo, en el período marzo 2020 - abril 2021, sufrió una suba del 95%. Así, el precio de la carne vacuna se elevó 61 %. Tal suba fue superior a la inflación. Pero no es el único producto, como es el caso de los textiles o las frutas. Para colmo, la suba en el precio del maíz dificulta la producción de los feed-lots, lo que presiona sobre los precios. Lo curioso es que también quedarán afectados los sectores de la producción avícola y porcina, que como sucedáneos presionarán al alza la carne vacuna. Pero, como el alza del precio del maíz es seguramente momentánea, el cuadro debería mejorar con el paso del tiempo.

Se responsabiliza de la suba del precio al crecimiento de las exportaciones de carne vacuna, aunque en rigor, tal cuadro viene de antes.

En el periodo anual abril 2020 - abril 2021 alcanzaron el nivel récord de 950 mil toneladas. Es el 29% como destino de la producción final. Sin embargo, cerca del 75% de las exportaciones van a dar a China, donde el tipo de carne demandado no es el que consume la Argentina, puesto que la mayor parte se reduce a vacas de descarte y novillos pesados. En tal caso, el problema no se centra en las exportaciones, sino en el consumo interno y la oferta que ha dado lugar a un salto en el precio, en un contexto de inflación endémica.

El error está en pretender una baja en los precios restringiendo artificialmente la demanda externa, en lugar de aplicar incentivos para que siga el aumento de la oferta, que gradualmente lleve a los precios a un nivel de equilibrio más bajo junto a la implementación de un plan antinflacionario que centre su atención en la política monetaria y fiscal.

Obviamente, la desesperación del Gobierno por mostrar cierto éxito en la materia anula su capacidad de tomar decisiones racionales. Si se trata de un tema electoral, al menos podría intentar reducir (momentáneamente) la carga impositiva (se estima que al menos el 25% del precio que paga el consumidor está constituido por impuestos) y dejar que las exportaciones sigan su camino de crecimiento que tantas divisas pueden traer.

En suma, la llave está en el aumento de la producción, lo que exige un horizonte claro, en el marco de una política monetaria y fiscal racional.

La oportunidad que nos brinda el mundo es enorme. Ojalá, lo entendamos.

El autor es docente de la universidad UCEMA.

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