Era, a priori, una pelea sin equivalencias y todas las fichas estaban puestas en el ascendente Collins, de notables condiciones y bien guiado desde el rincón por su padre y entrenador, Billy Collins Sr.
Tras dos rounds parejos, en el tercero Resto comenzó a hacerle sentir las manos al joven. Más y más a medida que avanzaba la pelea. Nadie podía creerlo y quizás quien más sorprendido estaba era el propio Collins Jr.
En uno de los descansos, se produjo el siguiente diálogo entre hijo y padre:
–Es mucho más fuerte de lo que creí… mucho más. No creí que Resto pegara tan fuerte. Pareciera que tiene ladrillos en las manos.
–¿Querés que pare la pelea?
–No. Voy a noquearlo.
YESO EN LOS NUDILLOS - La historia de Billy Collins Jr vs Luis Resto
La tendencia de la pelea no sólo no cambió sino que se agudizó. Collins se mantenía de pie con valentía pese al castigo de Resto. La cara del estadounidense se parecía cada vez menos a la suya. Para Billy, terminar los 10 asaltos había sido como ganar, por las manos que había recibido. La cara estaba irreconocible. Y Resto ganó en las tarjetas por unanimidad.
Con la victoria consumada, Resto se acercó a su joven rival lo consoló y lo abrazó. El boricua se acercó luego a saludar al padre de su contrincante y Collins Sr, que algo ya sospechaba, hizo algo que lo cambiaría todo: aprovechando el saludo le apretó los puños enguantados y enseguida gritó.
"¡Todo el relleno está fuera del guante! ¡Analicen los guantes! Esto no es normal", gritaba el padre del joven castigado mientras Resto intentaba huir de la situación.
Dos semanas después e investigación mediante se descubrió que la espuma de su interior había sido removida, y en su lugar habían puesto yeso. A Collins le detectaron una lesión en la retina del ojo derecho y severos daños en el izquierdo. Casi pierde la vista, aunque lo que perdió fue la chance de seguir boxeando por los daños en sus ojos.
Mientras, Resto fue suspendido de por vida a nivel deportivo y recibió una condena penal de tres años de cárcel junto a su entrenador por "agresión, conspiración y posesión de arma letal (sus puños)".
A Collins Jr le arruinaron la vida. En los nueve meses siguientes, todo fue un calvario: depresión, alcoholismo y drogadicción, hasta que finalmente, el 6 de marzo de 1984, murió al estrellar su Oldsmobile contra un barranco.
"No importa lo que digan, no fue un accidente. Él se quitó la vida porque ya le habían matado", expresó su papá.
Recién en 2008, en el documental "Assault In The Ring", Resto admitió haber adulterado los guantes sino también las manos con yeso, además de contar que su entrenador le daba una mezcla con medicamentos contra el asma para que pudiera tener más aire durante la pelea.
Con 61 años, Resto visitó la tumba de Collins Sr, se arrodilló y le dijo: "Lo siento por lo que te hice". También se disculpó con la entonces pareja del joven, que tenía apenas 18 años y estaba embarazada.