Pero hasta ahora ninguna derrota había sido tan dura para el oficialismo nacional porque siempre podían decir que los resultados no habían sido tan distintos a las elecciones locales de 2015. En cambio, en Santa Fe perdieron un bastión: en las PASO anteriores Miguel del Sel (PRO) había salido primero con el 32% y la fórmula del radicalismo (que integraba el Frente Progresista) había sacado casi el 10% de los votos. Hoy, juntos el PRO y la UCR arañan el 20%. Ese mismo año, Macri había sacado el 35% de los votos en la primera vuelta presidencial.
Las cosas se complican más si se compara con la elección de 2017. En aquel momento había ganado con el 37,8%, con un candidato radical casi desconocido impulsado por José Corral, hoy candidato a gobernador.
Cambiemos, ahora sí, sufre un duro golpe nacional. No hay posibilidad de disfrazarlo de un "empate" como sucedió en Neuquén o Río Negro (en donde el oficialismo apostó a que ganara un partido local para evitar un triunfo K).
Más allá de la derrota de Cambiemos, el contundente triunfo de Omar Perotti en la interna del peronismo también habla. El actual senador es uno de los miembros más importantes del bloque que lidera Miguel Pichetto y mantuvo siempre posiciones enfrentadas al kirchnerismo en la Cámara alta. Fue un voto seguro de parte del "peronismo racional" y muy lejos de la oposición automática que proponía el FpV.
Santa Fe se aleja así de la grieta. La competencia final quedará entre un peronista moderado y un socialista, y no queda lugar ni para el macrismo ni para el kirchnerismo duro.