¿Cómo se prepara la focaccia?
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Activar la levadura: En un bowl, disolver la levadura seca en el agua tibia (no caliente, para no dañarla). Dejar reposar unos 10 minutos hasta que comience a burbujear.
Hacer la masa: En un bowl grande, mezclar la harina y la sal. Agregar el agua con levadura y el aceite de oliva. Integrar con cuchara o mano hasta formar una masa pegajosa. No hace falta amasar mucho: solo unir bien los ingredientes.
Primer levado (reposo largo): Cubrir el bowl con film o un paño húmedo y dejar levar en un lugar cálido entre 1 y 2 horas, hasta que la masa duplique su tamaño y esté llena de burbujas.
Formar la focaccia: Volcar la masa sobre una asadera generosamente aceitada. Con los dedos, estirarla suavemente hasta cubrir la superficie sin desgasificar demasiado. Dejar reposar otros 30-40 minutos tapada, para que vuelva a inflarse.
Dar el toque final: Precalentar el horno a 220 °C. Con los dedos, hacer hoyuelos profundos en la masa. Rociar con aceite de oliva y espolvorear con sal gruesa. Se pueden sumar toppings como romero, aceitunas o rodajas de tomate, según gusto.
Hornear: Llevar al horno por 20 a 25 minutos, hasta que esté dorada en la superficie y crocante en la base. Retirar y dejar enfriar sobre rejilla.
¿Cómo se conserva la focaccia?
La focaccia se disfruta mejor en el día, cuando está fresca y tibia. Si sobra, se puede guardar en una bolsa de papel o envuelta en un paño limpio. También puede recalentarse en horno o freidora de aire para recuperar su textura.
La focaccia casera es una de esas recetas que parecen más difíciles de lo que realmente son. Con ingredientes simples y siguiendo bien los tiempos de reposo, se puede lograr una masa esponjosa, llena de sabor y con esa irresistible corteza dorada que la caracteriza. Ideal para acompañar una picada, servir con sopas o simplemente disfrutar con un chorrito de aceite de oliva. Una vez que la probás, no hay vuelta atrás.