Lo que llevó a la fama a este fármaco fue su uso experimental en varios hospitales chinos durante el brote y, sobre todo, el estudio del virólogo Didier Raoult, que analizó el caso de 42 pacientes franceses ingresados por infección de SARS-CoV-2. Sus conclusiones sugerían que la hidroxicloroquina, sobre todo en combinación con azitromicina, podía ser un arma efectiva contra la epidemia.
Los gobiernos de España, Francia y Argentina fueron algunos de los que tuvieron que salir a controlar la venta de la hidroxicloroquina. Este medicamento no puede usarse libremente ya que tiene contraindicaciones. Tal es así que, en tierras francesas, se la adjudican 3 muertes por su mal uso.
El médico infectólogo Gustavo Lopardo expresó en una conferencia de prensa brindada junto al ministro González García que tenían conocimiento de que la hidroxicloroquina estaba en falta en algunas farmacias.
"Esto genera dos graves problemas: que la gente la tome por su cuenta, porque todavía no sabemos de su eficacia, y que aquellas personas que realmente las necesitan, porque se ha comprobado que sirve para su enfermedad, no la consigan", señaló.
En la misma línea, el médico infectólogo Pedro Cahn sostuvo que "la hidroxicloroquina no es completamente inocua, tomada por personas con problemas cardíacos puede agravar el cuadro", lo que constituye uno de los cuestionamientos que la comunidad científica mundial realiza ante las afirmaciones de Raoult.
"La automedicación siempre es mala, más cuando estamos hablando de una droga que no fue diseñada para tratar el coronavirus. Ojalá de acá a un mes podamos salir a decir que le vamos a dar esta droga a todo el mundo porque funcionó, pero también puede ocurrir que digamos no se lo vamos a dar a nadie porque es mayor el costo que el beneficio", concluyó Cahn.