El problema, según Gilman, no era solo la cantidad de libros, sino su cualidad adictiva. “Los editores lanzan constantemente nuevas atracciones al mercado, y los críticos excitan nuestros apetitos”, decía, con la misma lógica con hoy podría aplicarse a otros canales de difusión. Las plataformas de streaming o las redes sociales no son juzgadas con esa vara?. La metáfora del “estimulante” no es casual: leer, para este académico, era como consumir cafeína literaria en dosis descontroladas.
Su consejo a las estudiantes fue claro y contundente: "no lean demasiado, aprendan a pensar, y usen sus manos para ampliar su misión a través del microscopio". La lectura, parece decir, debe ser medida y funcional; nunca un placer sin propósito, y en particular orientada a la ciencia. No estaba en los parámetros que la lectura fuera un mero entretenimiento: qué hacer con novelas que no llevan a ninguna tesis, reflexionaba entonces Gilman.
Lo curioso es que muchas de estas advertencias sobre los "excesos" de lectura estaban dirigidas a las mujeres. Las novelas románticas, los folletines, los diarios populares: todo era considerado “poco serio” y potencialmente desestabilizador. Las lectoras eran vistas como susceptibles a dejarse llevar por fantasías, a cuestionar roles tradicionales, a distraerse de sus verdaderas funciones en la sociedad.
Ha pasado el tiempo, más de un siglo de aquel diagnóstico equivocado. La lectura "como una droga cultural" es hoy fomentada como medicina contra la distracción digital. Donde antes se alertaba sobre una generación intoxicada de letras, hoy se multiplican las campañas que buscan devolver a los jóvenes el hábito de la lectura como si fuera una especie en peligro de extinción.
¿Qué nos dice esto sobre los miedos de cada época? Tal vez que cada generación tiene su propio demonio tecnológico, su propio objeto de placer culpable. Ayer eran los libros, el cine, la televisión; hoy, los algoritmos.
Sobre hábitos peligrosos y diagnósticos apresurados, quizás queda aferrarse a una de las frases del texto original: leer sin criterio puede ser "poco productivo" y que la información "sin filtro" puede ser peligrosa. Aquí sí pudo haber algo de acertado.