En 1950, su padre también se perdió en esa misma zona y nunca lo encontraron. No por nada, una vecina consultada describió el lugar con una frase que retumba entre los rescatistas y familiares: “Este es el bosque que no devuelve”.
El caso generó una fuerte conmoción en Cumelén, el selecto barrio privado y estricta política de admisión, donde Carlos trabajaba desde hacía años. Fue él quien, en más de una ocasión, organizó paseos en bote o salidas de pesca para la reina Máxima, el rey Guillermo y sus hijas. Incluso hay fotografías que lo muestran junto a la pareja real, un testimonio de la cercanía y la confianza que supo construir a lo largo del tiempo.
Brigadas de rescate, perros, drones y voluntarios recorren sin éxito un área dominada por la selva valdiviana, una geografía de cañadones profundos, pantanos, cascadas, y vegetación tan densa que obliga a avanzar agachado o con machete. La búsqueda se volvió todavía más difícil por las condiciones climáticas extremas, con frío polar y lluvias constantes.
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Así buscan a Carlos Sanca Pichún, el cuidador de la casa de Máxima Zorreguieta.
Qué se sabe de la desaparición del sereno
“Es un lugar virgen, muy húmedo, de difícil acceso. Son 700 hectáreas y hay zonas donde literalmente te hundís”, explicó Ricardo Has, jefe del cuerpo de rescate BRZA de Villa La Angostura, que viajó a Chile para colaborar con los operativos.
A casi un mes de su desaparición, la familia de Carlos no baja los brazos. Las búsquedas continúan, tanto por tierra como por aire, y sus seres queridos apelan a la difusión pública para mantener el caso activo. “Esto no se puede olvidar”, dijo su nieto, con la voz entrecortada: “Queremos saber qué pasó con él, porque no hay nada que nos cierre”.
No es la primera vez que su apellido queda asociado a un misterio sin resolver en el corazón del Parque Nacional Puyehue. En 1950, su padre, un trabajador forestal que vivía en la zona, también se perdió entre los árboles. Nunca lo encontraron ni hubo un cuerpo., ni hubo respuestas.
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El Parque Nacional Puyehue.
Setenta y cinco años después, su hijo desapareció en el mismo sector, a escasos kilómetros del centro invernal Antillanca, en una región agreste que parece suspendida en el tiempo. La zona en la que se perdió es una de las más hostiles del sur chileno.
Se trata de un entorno bello y peligroso a la vez, donde no hay señal de celular, ni senderos claros, ni manera fácil de orientarse. Algunos rescatistas describieron el terreno como “cordillera pura”: vegetación tupida, árboles musgosos, y rincones a los que ni los perros entrenados pueden acceder.
A pesar del amplio despliegue de bomberos, efectivos del Ejército chileno, brigadas de homicidios y un grupo especializado en zonas agrestes que viajó desde Villa La Angostura, no hay rastros del hombre.