Emocionante

La paternidad y otras formas no convencionales de medir el tiempo

Diego Geddes
por Diego Geddes |
La paternidad y otras formas no convencionales de medir el tiempo

Lunes

En el cementerio: dos hijos despiden a su madre. Abrazo a uno de ellos, le digo que lo lamento. Nunca uso esa palabra salvo para estas ocasiones. Después veo a los hijos en una escena muy tierna, consolando y conteniendo a sus propios hijos (que lloran a su abuela muerta).
Pienso que eso y no otra cosa es el paso del tiempo. 

Una llaga en la boca. Juego con la punta de la lengua, la busco aunque sé que duele. Pienso que en dos o tres días ya no va a estar ahí. Otro reloj de arena.

Martes 

Leo los fúnebres, una costumbre que heredé de chico (y de pueblo). Casi todos los días, los de La Nueva y los de La Nación. Esta semana es especial: están los de Franco Macri y los del entierro al que asistí el lunes.

Le cuento a mi madre de la muerte que nos tocó de cerca y me dice que ya lo sabía, que lo había leído en los fúnebres. Hablamos del tema como si nada.

Miércoles 

Benito empieza la sala de tres. Formas más convencionales de medir el tiempo.

Circulan en Twitter los videos de un hombre que se suicidó tirándose desde una de las grúas que están en  Puerto Madero. La zona me resulta familiar, caminamos por ahí con Sol y Benito en nuestro tiempo libre. Le doy play al video y subo el volumen al máximo para ver si se escucha el ruido del cuerpo al pegar contra el asfalto. Es el “yo no lo voté” de los videos morbosos.

Mi profesor de tenis me cuenta del tratamiento de su mujer, enferma de cáncer. No son buenas noticias. Empezamos la clase y cinco minutos después me pregunto cómo es que ese tipo está parado frente a mí, soltando pelotitas como si fuera una máquina. Y así está él: como una máquina frente a mí.

Jueves 

Un perfil de Fito Páez escrito por Leila Guerriero, la gran cronista argentina.

A Leila la admiro tanto que la odio. La odio a Leila, odio su vida sin hijos, su vida full time dedicada a la escritura, su obsesion por la palabra y esas entrevistas en donde dice que está diez días para elegir un adjetivo. 

Leo los primeros párrafos con resentimiento, a ver si la gran Leila se amima a meterse con Fito, el déspota semiburgues que todos dicen que es.

El texto es una obra maestra: aparece el Fito déspota y el Fito burgués, pero lo describen sus acciones y sus amigos. Está escrito con honestidad, que es lo único a lo que debería aspirar un cronista. A Leila la admiro tanto que la admiro.

El cierre del texto es para Fito, una suerte de concesión (y de reconciliación):

"Cuando pienso en mi vida en el escenario… Si bajás el volumen y lo ves al tipo cantando, lo único que hay es un tipo que está diciendo: “¡Mamá, mamá, mamá”. Eso es todo. De eso se trató toda mi vida. De gritar. ¡Uaaaaaa! Gritar en todos los textos, en todas las canciones. Sacales la letra, poneles “mamá”: funciona igual. De qué manera mi madre me está llamando hacia la muerte en mis arranques autodestructivos. En qué momento yo fantaseo con que ella me está llamando, en qué momento siento que me protege. Y las teorías y las preguntas: ¿mi mamá se fue por culpa mía, hice algo que no le gustó? ¿La maté yo a mi mamá?" 

Viernes

Alguna vez tuve esta idea: un libro sobre Franco y Mauricio Macri. Una historia que toca la fibra inmigrante y psicoanalizada de este país. 

Maradona confirma tres hijos en un día. ¿Habrá más? Su hija Giannina bromea con que faltan tres para completar los once. 

En el subte, hablo con mi madre de la tomografía que se tiene que practicar. La comunicación se corta a medida que el tren se aleja de la estación y circulamos por el túnel, y se reestablece al llegar a la próxima estación. Por lo que entiendo, Mamá está aliviada: el tomógrafo es de los abiertos y no debería darle claustrofobia.

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